lunes, 9 de noviembre de 2009

La Piedad

Casi nadie podía distinguir al hombre ahí, sentado frente al parque sobre la vereda rota, dándole la espalda a la iglesia más antigua y olvidada de la ciudad. Era como aquellos amorfos bultos de basura que aparecían y desaparecían por sus calles al amanecer, con la diferencia de que él temía cobijar aun demasiada vida. Llevaba el cuerpo cubierto por imposibles periódicos y cartones, adheridos de lo recolectado durante sus inimaginables caminatas tratando de alejarse de ningún lugar. Sólo entonces, al recoger los frutos de su magra tierra, podías ver surgir de dentro de las mangas de su saco de casimir almidonado sus manos de calamar muerto, sus dedos interminables, quebrados por coyunturas protuberantes a causa del frío, y sus uñas plomas, casi tan gruesas y ennegrecidas como sus años de espera, cerrándose coordinadamente sobre aquellos crepitantes papeles de una forma tan armónica que parecía realizar todas las veces la misma maniobra.
Su rostro ya no reflejaba los buenos tiempos de su empleo de Supervisor-Jefe de Vendedores del gran almacén del centro, cuando los lentes le hacían juego con la corbata y sus manos eran elogiadas como manos de pianista; tiempos de su matrimonio con una mujer que lo respetaba hasta el silencio, tanto así que se murió del puro miedo cuando se enteró que había dado a luz a dos niños, y no a uno, sin su consentimiento. Pero tampoco reflejaba los años duros que precedieron su huída. Su rostro ya no reflejaba casi nada, sólo la miseria de largos años en la calle que lo habían reordenado de modo que ya no quedaran rastros de piedad en él, volviendo acuosos sus ojos grises, extraviando sus labios entre motas compactas de su barba y bigote entrelazados, y perdiendo la vitalidad de sus fosas nasales, anegadas por los restos flotantes de todos los aires que había tenido que respirar durante su huída; porque huía de recuerdos ineludibles, razones agobiantes: de su antigua fe cristiana, de los edificios de cuatro pisos en los que veía siempre trepados sobre el borde más alto a sus dos hijos adolescentes; los veía saltando al vacío, inermes, y él corría con los ojos desorbitados a verlos destrozados en el suelo, pero ellos salían a su encuentro y lo abrazaban, y le decían: papi soy inmortal, deme otro cigarrito. Y él se los entregaba, consternado.
Pero, a pesar de sus largas caminatas, siempre terminaba sentado sobre la vereda de la misma iglesia, clavando sus ojos en el pequeño parque de bancas de mármol y pileta de bronce -enrejado hace siglos para su protección por algún municipio insensato- que quedaba cruzando la calle; donde al caer la noche se dedicaba a escudriñar los resquicios pétreos qué el imaginaba cálidos y húmedos de una escultura femenina de expresión conformista; resignada, quizás, a la hediondez de las palomas, dominado por rezagos de cierto instinto confuso que le hacía verla más humana de lo que aparentemente era, cargando a su hijo muerto así como él cargaba a sus hijos moribundos la segunda vez que se arrojaron del edificio, en el que vivieron, y sobrevivieron, ante la incredulidad de todo aquel que oyera hablar de los hermanos que se creían inmortales, los que ya se habían arrojado hasta cuatro veces antes de cumplir veinte años, siendo aún como dos niños obedientes que le hacían caso en todo a su padre. Tanto, que ya no hicieron nada luego que él los abandonó, y se murieron más bien quietos, sin que por mucho tiempo nada los delatara, sin que su padre loco se enterara nunca que casi lo habían olvidado el día que murieron. Pero él no estaba loco, él sabía que continuaban vivos sobre cada edificio que tuviera cerco de granados pues por el simple hecho de sentir el frío sobre la vereda, porque Dios no existía, porque aquella su tibia muerte no aparecía, porque a pesar de todo siempre abría los ojos al siguiente amanecer, esperando que inusitadamente fuera de noche, que anocheciera sobre él.
Mientras Tanto, la estatua de mármol, de rostro cansado, obtenía brillo propio las muchas noches que fallaba la luz del poste encargado de opacarla, haciendo crecer en él ansias que sólo eran refrenadas por la presencia de las altas verjas coloniales. Sin embargo, sus ansias no desaparecían en sus remordimientos, se acumulaban noche tras noche viendo languidecer, de vez en cuando, su tibio resplandor, a causa de las luces de algún auto inoportuno que avanzara a lo lejos, tras el parque, buscando refugio.


Una noche en que la falla eléctrica del poste coincidió con una Luna tan llena que hasta las bancas, arrancadas, flotaban por su celeste nebular, sus ansias desbordadas lo hicieron moverse. Se levantó sin sentir que lo hacía, como dejando un falso peso abandonado tras de él, y caminó cruzando la calle, sin detenerse. Encontró con la mirada el camino clausurado. Sintió entre sus manos la quebradiza e hiriente sensación de cáscara de los hierros oxidados del cerco colonial, que, de pronto, cedieron como ceniza ante la inmensa presión de los años de intemperie vividos; abriendo una ruta por la que pudo llegar a ella, tocarle la frente con sus dedos infinitos y sentir sobre sus palmas atónitas la frialdad de sus pétreas vestiduras, arrugadas en un mismo y eterno gesto, disociándose tan de golpe sus ansias que tuvo que sentarse sobre la polvorienta banca al pie de la estatua, viendo desaparecer la última de sus pasiones-ilusiones de una forma tan catastrófica que se quebraron también las murallas que contenían sus recuerdos, y apareció de pronto en el centro de una sala, con la desgracia de sus dos hijos sin madre pidiendo a gritos ser amamantados, siendo luego rechazados de los colegios normales, recibiendo la burla de los chicos más crueles del vecindario que los tildaban de “Niños Caballo” y lo motejaban a él como el Jinete Sin Suerte; subiendo las escaleras del edificio el día que maduraron sus terribles ideas y decidió reunirlos en la cocina para convencerlos con artificios de mago de su fascinante calidad de inmortales, sin imaginar que no podría convencerlos sino tras varios años porfiando de subir a la cornisa y arrojarse al vacío, mientras él se escondía como no podía esconderse en la banca del parque a causa de la luz de luna que atravesaba las rendijas abiertas por entre sus coyunturados dedos, mientras deseaba la muerte en vano, porque sabía que nunca moriría, lo había pedido tantas veces, extendiendo los brazos hacia ese cielo estéril que lo cubría sin Dios, que había comprendido lo inútil de su fe, quedando tan ensimismado que no percibió el momento en que logró conmover a la muchacha de mármol que lo miraba desde lo alto, quien se levantó silenciosamente, dejando acostado sobre el pedestal de piedra a su hijo muerto por todos nosotros, y bajó, extendiendo hacia él sus pechos grises en el instante preciso en que la noto, sorprendido, observando en ella toda la existencia divina por la que había clamado tanto tiempo. Dejó que lo abrazara y recostara sobre su regazo, meciéndolo lentamente bajo sus pechos olorosos, acariciando su pelo sucio hasta lograr dormirlo… soñando el rostro lleno de piedad de María, quien lo dejaba con el sabor de sus labios frescos en el paladar muerto, quien lo dejaba morir con la dulzura de sus besos.

jueves, 15 de octubre de 2009

PENITA PENA
Sólo las gotas continuaban deslizándose entre nuestras pieles: todo lo demás quedó detenido, las aves, los planetas, los girasoles. El aroma de su exacerbado cuerpo absorbía mi mirada mientras succionaba, estático. Diminutas y sicodélicas lilas, efímeros mandala, olí que llovían, clavándose por entre los desapercibidos coágulos de silencio en la luz que se alejaba de su asombro y entraba en mí. Tuve que tirar suavemente de sus cabellos para que recobrara la docilidad con que, hasta hace poco, me había entregado su descontrol; pero a medida que nos apartábamos, las cosas iban recobrando su habitual complejidad: La cama… sus precipicios y las palabras no dichas listas a arruinarlo todo. El gran espejo ahora me devolvía un turbio signo, mientras aún las sombras de nuestras ropas, como siempre, murmuraban indecencias irreproducibles sobre los muebles. “…Intenta olvidar, sí, sí, tu sabes que lo intenta.” A veces me parecía oír.
Y el tamaño de lo incomprensible cerraba nuevamente el círculo. No era la falta de música, o de amor. Eran ciertos recuerdos y la estupidez… Entonces, volvíamos a hacerlo, esperando encontrarnos sin vernos más allá, fuera del tiempo. Y así eran esos momentos. Lo que sucedía luego era incierto, “la amo, la amo” me oía, incrédulo ante la idea de no poder abrazarla en esa cama cada vez más extensa, queriendo tantas cosas confusas a la vez que terminaban todas atascando mi ánimo.
A cualquier hora, por algún impulso extraño, nos vestíamos y nos despedíamos; aún con cuidado, a veces pareciendo enemigos. Era terrible… Y ella decía que me amaba con locura, y yo la amo, me repetía. Entonces, de nuevo haciéndonos daño, nos separábamos, dejando adrede algo suelto, algo flojo, algo tan simple como la fecha de la próxima vez que nos veríamos, y me iba mal, sabiendo lo que hacía. Yo también estaba loco.

Las mañanas sin ella han sido, desde que las conozco, revoltijos dolorosos que entremezclan mi cara y mis recuerdos; en especial cuando hemos estado realmente separados, como ahora. Sobre mi almohada es diferente, el vacío entre la cama y la pared es sólo eso. La conversación de anoche, de la última noche (la que sea) sucede lenta y detalladamente en mi cabeza, todo vuelve a suceder: su cara cuando la conocí, la llovizna que nos despidió, aquellas veinte palabras de amor en la pantalla siendo contadas por sus dedos desde alguna cabina pública de internet antes de enviármelas en una carta que ya no conservo, la vez que me quedé sin revoltijo porque me dejó, en un par de frases canallas, sin recuerdos mutuos; su incredulidad ante mi dolor, mi amor, mis sonrisas el día que quería abrazarla y ella, furiosa, confusa, también quería que la abrazara pero de veras. Todo nos pasa nuevamente las mañanas sin ella. Vuelvo a abrazarla, vuelvo a perderme en aires que se van; plenos silencios de explosión en su cuerpo… igual como en aquel parque de confidencia dudosa, cercano al Estadio Nacional, una noche en que ahí se jugaban las eliminatorias para otro mundial y todo era histérica alegría, y nosotros dos nos fundíamos también en otra situación irreal; porque tú aún no salías de aquel tiempo de calles y casas de fantasía, de ese mundo confuso que te impulsó al suicidio. Yo ya hacía meses que estaba con otra, pero tu y yo igual volvimos a drogarnos de nuestros aromas, y mis manos y mi pecho mi ropa, sentimos que desaparecían entre los dos, vibrando fusionados esa noche como otras que no me atrevo a relatar; como la unión de dos sonidos o dos gotas sobre el para-brisas, sobre su cara cuando la conocí, bajo la llovizna que nos despidió. Me alejo cabizbajo, lámparas, gotas, ojos, hoyos en la vereda... todo se vuelve a repetir las mañanas sin ella. En especial lo doloroso.
Si existe una contradicción es la de lo que pienso por entonces que sucede en ella. Me es demasiado sencillo imaginármela actuando de diferentes formas, lejos. Demasiado sencillo. Pensar que sólo actúa, a veces que sólo siente, o que no actúa como siente, y esto último tiene dos interpretaciones para mí, la buena y la mala. La buena la guardo para el almuerzo, la mala me tortura hasta entonces. Demonios con nombre propio que ella ni sospecha cuan gravemente cuelgan de mí (lo más terrible es que aparecen siempre con ella, de cosas de ella, y al final resultan tan de ella como míos, pero para ella (¿o sí?) no son demonios. Putamadre, me digo, y los dos de la mano de ella se vuelven uno, un solo monstruo desmesurado que me aplasta, me des-maya) me llevan a no querer pensar un segundo más en esta vida de mierda que nos pone siempre a la misma distancia uno del otro, ante complicaciones que dos amantes comunes entenderían, pero basta ya. Casi son las nueve de la mañana (8:43), y hace tantas horas que estoy sentado aquí, escuchando mi música revoltijo cara recuerdos. Radiohead, Soda Estéreo, Gaetano y Chico Boarque, el cantar de los cantares, Gretta Garbo, El tempranillo, Babilonia, Julio Verne (oigo el Enemigos íntimos, de Sabina y Paez. La canción se llama " Si volvieran los Dragones”, para quien le interese), Espartaco, Mesalina, la cigüeña, los bufones, si volvieran los dragones... Aún es temprano.
A veces llegaba por la derecha, otras demoraba mucho, o se vestía como a mí me gustaba más: abrigada. Siempre había algo que notar los martes o jueves que decidíamos encontrarnos de tarde en el gran Parque para fumar cigarrillos y besarnos y sentir frío. Eran nuestros primeros días, tu me dabas tus besos de no sé donde (quiero más) y la angustia no tenía tantos meses entonces, cuando el carrasposo Joaquín estaba equivocado y nos queríamos (te quería) hasta el final, besando tu cuello sentía que sonreías, y trepados sobre esa piedra (como una canchita salada), veíamos pasar a la gente sin importarnos por nadie. Demorábamos para encontrar la comodidad que no sabíamos bien donde buscar. Una piedra es una piedra, pero siempre inventábamos algo, estoy seguro aunque no lo recuerdes; maldita sea. Te amo. Me lo dijiste por primera vez ahí, y no porfíes. Pero no lo harás, no estás, hablo sólo. Me dijo que me amaba rodeándome con los brazos el cuello sobre la piedra; o en mí, o bajando, creo... creo que tú eres mi amor fue lo que dijiste, quizás distraída. Eres mi amor implica que me amas (qué bobo soy) nena. Entonces te abracé y tú, no sé si lo recuerdas. Quizás lo recuerdes diferente y me odies por no hacerlo igual, aunque sigo siendo optimista. Lo más probable es que me llames charlatán (Charlatán mío querendón).
…Saliste del lugar que construimos en el ciberespacio, donde yo titulaba mis deseos con una excusa, It’s only love, título de una canción de Charly García del que lo robe, ¿te acuerdas? …y no se comprendían mis ataques de dramatismo, y te fastidiabas -no podías molestarte, eran tan solo las primeras cartas de un extraño- acusándome de no ser el mismo, a lo que para mi futuro malestar llamaste: exageraciones. Ya estaba loco, y de la misma locura posterior. Te escribí un cuento Venus sin revancha, sin luna ni sol, y el título te pareció tan malo que ni ahora ni nunca lo has podido repetir entero sin confundirte. Fue uno de los muchos que iba a escribir contigo, ¿quién lo diría entonces? pero fue el único en el que podría decirte que vaticiné, o construí y enfrenté mi mal. Y el final te irritó porque en el final te perdía sin dar más batalla, sintiéndome la tercera esquina (fuera de que yo intenté un final abierto) sin tanto dolor como ahora; fue por entonces que terminaste con aquella relación de cuatro años, esa que nos condujo a las cartas, la que puso en lo utópico aquella primaria atracción de sol que se muere, de llovizna y espera y espera, algo como cuatro días-horas que no bastan; me has contado que la terminaste por mi amor y tu amor. Aquí me duele. Me duele recordar que no siempre has dicho lo mismo, y no se a cual de las dos tú creerle. Cómo verás el dolor plantó raíces con la segunda versión. Quizás antes o después ¿Cuándo mentías?, guardo la buena para más tarde, para el almuerzo. Sin embargo, sé con la fuerza de lo mío que nos amábamos. Lo sé. Estoy casi seguro, aunque por precaución tienda a contradecirme todo el tiempo, el mismo tiempo con que saliste de esas cartas, diciéndome que terminaban y querías verme...
Aquí no me guardo nada, nuestro segundo encuentro en la vida, uno planificado y deseado y negado siempre hasta esa noche, en la que te pedí para tu sorpresa y no tanto para la mía que ya no nos separáramos, porque yo no podía más. Pero esto no te lo dije, ni hablé de mi locura. Sólo tuve que esperar un poco para que te convencieras (siempre me has dolido, terca). Ya había olvidado tu voz, ¿o fuiste tú quien olvidó la mía? A pesar de que aquella adolescencia nos quede cada vez más lejos, siempre regreso a mirarme, oigo tu voz diciéndome temblar es bueno y nuevamente este sabor de boca como a besos imposibles, a canción repetida; un día saliste de la pantalla al espacio-tiempo del Gran parque, de una forma tan sorprendente como lo es el que ahora, a tanto tiempo de distancia, tras nuestra última discusión, lo único que quiera de esta mañana es poder volver a verte, así sepa que es imposible; siempre lo parece…
Y las noches han ido hilvanándonos en su liminal cadencia. Aun puedo ver todas esas fantásticas y terribles cosas que hicimos juntos, pero no quiero recordarnos más. Quiero no pensar; disolverme, como al pie de aquel árbol que cae y cae y nunca lo nota, así como conminan a hacer ciertos poetas; no canturrear las canciones, no mirar lo oscuro en los rincones de esta sala, no oler tus aromas en mis extremidades, girando, cerrado en tí.
CAÍDO EN QUILCA
Recordaba la vez que amó. No veía más que sombras al final de su camino, pero avanzar era suficiente para consolarlo. La tormenta de la película le había dejado en la mente rayos que no cesan y lágrimas sobre una visión de pianos apolillados cayendo en ruinas. El túnel que lo absorbía tenía un gran cielo despejado, donde brillaban unas pocas estrellas, pero nadie parecía notarlo. La estrecha franja que los edificios del jirón recortaban entre sus sombrías fachadas no disminuía su sensación de eternidad; más bien resaltaba la absoluta lejanía, la oscuridad.
Los ruinosos faroles no alumbraban el boulevard y las bancas, de espíritu colonial, permanecían quietas. Pensó en ser el primero en agitarlas, sin mucho interés.
Las personas que veía andando entre los graffitis le parecían tan absurdas que temió nunca haber visto a nadie realmente hasta esa noche en que de golpe se percataba de su soledad… no obstante sentía algo familiar en todo eso.
El sonido del reventar de gotas de un minúsculo juego de aguas en el pavimento, bajo un pequeño caño, llamó su atención. Tuvo que agacharse. Las gotas resbalaban pausadamente por sus manos, refrescándolas… atenuando el musical golpeteo que debía continuar.
Cayó.
Veía el cielo, la silueta negra de los edificios; del planeta humano que interrumpía su individual contemplación.
Cuando abrió los ojos alguien había aparecido: un mendigo sucio y viejo, quien, definitivamente, se alejaba. Iba canturreando un tango que su padre también solía cantar: Ya sé que estoy piantao, piantao piantao, no ves que va la luna rodando por Callao?
Volvió a cerrarlos.
Recordó la vez que amó. Recordaba esa angustia que le oprimía en el pecho las palabras que deseaba decir. Pensaba en lo feliz y se ensombrecía al hacer sonar aquel nombre, que retumbaba dentro de su mente como el órgano de una catedral sobre su niñez, su juventud, por todos lados, ya tan confundido y entremezclado todo en el seno de sus propios recuerdos, y los recuerdos ajenos que aprendió a escuchar. Su nombre. Ahora era un sonido recordable, pero a la vez incompleto, inexistente en el exterior. Recordaba la vez que amo, fue hace tan poco. Quizás aún la amaba.
Unas voces parecieron acercarse; si tal vez consiguiera algo de ese murmullo… una señal; ¿un ruido insoportable? Abrió los ojos.
Las bancas ahora estaban ocupadas. Nadie parecía notarlo en la oscuridad del Boulevard que se derramaba por las cruces sobre el pavimento rumbo al limbo. Ellos habían quemado los faroles para no ser molestados. Ellos eran los dueños habituales del lugar, y él era el solitario e invisible invasor, el oidor de gotitas muertas y cielos que a nadie seguramente se le hace tan difícil comprender; mas no el único desamparado a la espera de nada. Necesitaba volver a avanzar, sentir que lo hacia, para consolarse y alucinar un túnel sin cielo, eso que Quilca debía ser; buscando una pequeña piedra verde, un amor viejo, dos hormigas suicidas, los truenos tras del piano, algo que no fuera la avenida Wilson y sus travestis, algo que no fuera Lima; el túnel, de Sábato o cualquier otro túnel sin fin que por ahí vendan.
Los faroles que comienzan a aparecer intentan iluminar el camino, pero ya ni el cielo existe. Sólo a los lejos quedan sonando melodías familiares, cantos desesperados que desempolvan una y otra vez los recuerdos. Ha salido la ancha luna y nadie aquí se enterara. Amar no vale la pena. Alguien debería escribirlo también sobre estas pintarrajeadas paredes. Debo seguir caminando.

lunes, 23 de marzo de 2009





ESTABA EN LLAMAS

Había una mujer desnuda. Líneas vacías, transparentes, dibujaban sus ideas. El panorama desde sus ojos era un agujero cóncavo lleno de verdes, grises y ocre de ladrillos. Imaginaba sus orejas, la gradación tonal del cielo entre dos negras palomas. Vió algunas personas conversando. habría caminado si aquellos ojos no la hubieran afectado con su sueño, le habría pedido perdón al pasto por no interesarse, y hubiera ido; pero su espalda, apoyada al tronco de un árbol, no quería perder su opresión, ni animarse, ni pensar. Y sin embargo, la belleza de la sombra del árbol bajaba de una rosa de recuerdos de otro día de suelo de sombras difusas que le hacían recordar algo malo en sentir el peso de tantas nubes, pero daba igual. Líneas blancas, palabras, voces, discursos que se repetían. Difícilmente una mancha púrpura, una insólita gota de color púrpura estrellándose en los ojos abiertos; soñar era mejor, era esa gota coloreando la lengua de un perro devorador de moras. Soñar era estar desnuda, cambiar y pensar pero no mucho en algún no muy claro deseo, queriendo que aparezca en verdad algo puro, algo propio; bello e innecesario, pero natural.

Mi triste Apolo, no muerdas la madera, Dafne ya no siente. No claves tus ojos en estos círculos que se suspenden; vuélvete del lado de su madera o derríbala con susurros, mi triste Apolo. No cedas al clamor de voces como las mías, mi confuso persecutor; Dafne quiere oírte, ella entrecierra los ojos en la savia, clava en su corazón la imagen de tu dolor y regocijo en el éxtasis de sus dedos secretos. Pero no te lo dirá ella, Dafne se ha perdido entre las hojas. Oye mi voz que es la de ella y no es, que escurre mi mirada por su espalda, crispada de deseo solar, que ve nuestros cuerpos lejanos en la escena y que aconseja, Apolo, no oigas otras voces. Ansío seguir oyendo tus insípidos jadeos y mis dulces secretos alrededor de nuestros cuerpos, sintiendo lánguida que así estás bien.

...Mirando por la ventanilla del automóvil, rumbo a la casa vacía. Había un árbol. Tan sólo duró unos segundos. Desapareció. Desapareció como todo, exceptuando la luna, unida a esos ojos, interesada en mirarse, confundida. el auto doblaba una esquina. La luna aparecía quieta detrás de él. Los pies le temblaban cada que veía el rostro de hombre que había adquirido aquel hijo que ahora lo arrastraba al volante.
Volvió el árbol, acompañado esta vez de un farol de luz ámbar. La escena había perdido gran parte de la belleza que contenía. Segundos luego eran unos niños desnudos. Dormía. Padre.
Padre... la casa, recuerdas, no tiene la apariencia que antes había tenido. Los claroscuros del día que comenzaba aligeraban la impresión del recuerdo de la noche en que la abandonó. El niño corrió hacia el segundo piso y le saludó desde la ventanilla del automóvil, papá, papá. Despertó. La luna se movía. El marco iluminante de la pintura resaltaba su ausencia en la expresión del hombre.
María se reprochó. Urdir tan a menudo; a cualquier estímulo... pero esos ojos revelaban la luna en su resplandor: quizás sólo un recuerdo.
Pasó al siguiente cuadro, uno que era suyo. Le fastidió estar relacionando cada imagen, cada escena, con el desarraigo, la fugacidad del tiempo y la terquedad de la Luna de esa misma noche, la que, a pesar de acelerar a fondo, nunca pudo dejar atrás. Alguien le preguntó por lo que intentaba expresar en este cuadro. Fingió una respuesta positiva. Le daba pena confesarle a ese extraño que ahí ella presentía, pero no presentaba los brazos de Mamá Eva.
El hombre se fue. Mirando por la ventanilla del automóvil. La frase estaba escrita en el papel. María lo dudó antes de arrugarlo. Arrugó la servilleta y la dejó junto a la tasa. Hubiera querido aplicarle una pincelada violeta.
Luego que salió del brazo de André y se internó en los nuevos colores que le llovían desde la noche, dejando sin anhelo ni rencor el ambiente de la exposición, hubiera querido algo de amor expuesto, pero sabía que Andy por estos tiempos no podía más que fingir mal.
Lo hirió confesándole ciertas recientes infidelidades. Que boba, se dice a la distancia. André no estaba de acuerdo con ella, no podía. Quería liberarse de su amor. Por el momento actuaba tranquilo, pero no podían despejarse las tantas declaraciones de aquella noche. Entonces, para no causarle más dolor, ella lo dejaba tranquilo; manejaría, ya que ella no limitó las copas y era mejor.

Habían algunos autos afuera cuando llegaron a casa.
Esos amigos la dejarían ebria antes del amanecer irremediablemente, así que los evitó; al menos por un momento. Arriba, sola, pensó en llamar a algún amigo que fuera también su amante. Pensó en la cara deprimida de Piero, y logró decidirse por el violeta y por Astor, sabiendo rencorosamente lo consuetudinario de aquel intento por no serlo. Esparció el color, esparcía una manta, una sombra, la irritación del champagne, su necesidad de afecto a flor de piel. Cambió la línea recta por una onda, mientras decidía dejar de pintar. Recogió aquella onda en el cuerpo y salió de su Atelier. Bajó a la sala, donde encontró que la niñez convulsionaba plácida sobre la estancia. Se presentía la luna ahí tb.


ESPERANZA

Las pisadas saltaban cuidadosamente sobre las liniecitas del cemento cuadriculado; no querían perder. ¿Qué pasó?. La plata se le terminó de ir en una esquina criminossa y con ello las liniecitas, olvidadas, volvieron a su habitual hipocresía (Radio Bemba, cero, cero punto cero)...pero no por mucho tiempo
Tic tac, tic. ¿Qué hora son mi corazón? Las pisadas parecen un buen tema, por lo menos quedan bien con las esperantes orejas con que la espero (doce de la noche en San Salvador, el Salvador), con el friecito de la calle (once de la noche en Managua, Nicaragua), porque tic tac me gustas tú. Me gusta volver, me gustas tú. La noche...
"Las pisadas saltaban nuevamente las liniecitas, ahora para atrás, pero por lo menos las saltaban " nuevamente. Que voy a hacer, je ne sais pas)"
(Cuatro de la mañana) (Radio Reloj: cinco de la mañana, no todo lo que es oro brilla) Latear, latear. A ver como si en Rayuela (nos engañaron bay bay bon). Doblando la esquina uno sólo se topa con más frío (próxima estación: Esperanza) tic tac las novelas son basura. Mi vida, lucerito sin pena, mi sangre de la herida, no me hagas sufrir más. Sudan las axilas de la bella así el narrador no quiera comprometerse, se le ocurra mentir, o jugar a ... Tonterías, basta ya. (aquí no pegamos los ojos): Mi vida, charquito de agua turbia, burbuja de jabón, mi último refugio, mi última ilusión...
(ese puerco estaba llorando) (pos)
(...infinita tristeza)
(PUM PUM)
Tic tac, burub burub berebep, tic tac, I’ven trapp By love. Rojo, crucemos. El problema de saltar liniecitas es que están por todos lados. A veces muy juntas: Antropometría, Le Corbusiere. Cuando la vea se lo comentaré (y no será nuevo, de nuevo). (sopita de camarón, se la lleva la corriente,) ahh... que se la lleve!
Por todas partes, iba pensando. Lo peor es en el parquet y en las películas holliwodenses que me niego a afrontar que me gustaron, por pura pose: incluida la inoriginilidad, me cago en eso. Mmm... por decir algo, claro está. Subiendo mamá, va subiendo la marea, subiendo mamá, vamonos ya.
...Puede ser, quizás es mi culpa; porque un verdadero homme... tein muitos homens dice la chica de esta canción, qué joda; soy el único enamorado (aplausos). ¿Y tu quique?
(te espero siempre mi amor)

PARQUECITO CON CAFÉ

La vida da tantas vueltas que resulta jocoso lo parecidas de algunas experiencia a otras. No solemos aprender de nuestros errores; nos topamos con el mismo cielo gris tarde tras tarde y no comprendemos lo inútil que resulta ya deprimirse.
Yo mismo ayer me dije que no iba a sentarme a escribir, y aquí me tienen, engañándome un poco para ser feliz. En fin. Dos lindas chicas toman helados en una mesa cercana. Miro mi humeante café y las envidio. No, no las envidio. Hace frío. Pero sonríen. Imagino sus blandos senos fríos, acurrucados pobremente, cuchicheando; casi se diría que sonriendo, gozando también del helado...
Hay un hombre de saco y corbata leyendo el periódico, y veo también un par de señoras comiendo galletitas, mientras comentan algo que pasó hace mil años, pero qué gracioso sigue siendo. Pocas veces se dejan ver grupos tan corrientes de personas, como nosotros. Este tipo de escenas en literatura se creían perdidas.
Ahí esta paloma. Viene hacia aquí, de su modo siempre extravagante.
- Hola -me dice.
- ¡Paloma ! ¡Blanca Paloma de la Paz! ¿cómo estás?
- ¿No puedes buscar frases menos gastadas Daniel??
Ya se parece a Reinaldo, sólo que el peinado de él es aun mas acartonado.
- ¿Qué haces?
- Nada
-¿Para variar, Daniel?
-Sí, igual que tú sigues andando desnuda.¿No sientes
frío?
-Pero si hace tanto calor¡¡¡ -me dice -Tanto que se me
antoja...
- Helado, ya se.
- No -dice, jugueteando con las migajas de mi pan. -Pensaba en la playa.
- Tu desnudez quedaría mejor.
- Mi desnudez es cosa que no te incumbe.
Ella comenzó a mirarse. Se estudiaba detenidamente.
- Sabes -le dije- estuve pensando en las vueltas que da la vida y esas cosas.
- Ah si? Y yo pensaba en el mar -respondió- me gustaría ser Gaviota...
- Pero naciste Paloma y punto. Ahora dime lo que opinas...
- ¿sobre qué?
- Bah, olvídalo. Sabes, estaba deprimido.
- ¿Aun finges sensibilidad?
- ...Definitivamente has venido joderme.
- ¿Joden señor las verdades ?, bueno, pues me voy.
- No, no te vayas. Creo; quizás en el fondo vine sólo para encontrarte.
- ¿Me vas a hablar de amor?
- Basta, hablo en serio Paloma.
- Lo siento Daniel, me aburres cuando te pones serio.
- ¡espera!...
¿Y ahora que? Sé fue quien esperaba yo sin saberlo, y sólo me ha dejado flotando en el aire una pluma que cae lentamente; como esperando que el viento se mueva, que la luna se esconda, que el cosmos se distraiga, para seguir cayendo. Pasa frente a la mesa con las chicas, y pareciera que la mesa descansara sobre la pluma, y quizás siempre lo ha estado. Ahora pluma y mesa caen suavemente juntas; están apunto de tocar el piso, mi café se enfría: me voy.¿A donde? A casa...¿y? pero...
donde está... ohh ya veo, debo caminar derecho derecho por donde voló paloma y llegaré a ella. La pluma fue a propósito. En el fondo me quiere tanto como yo.
Cruzo el parque y subo a la vereda. Todas las casas se ven semejantes. La vereda acaba y cruzo la pista hacia la otra vereda. Me detengo ante una ventana. Ya no hay más calle y si me desvió me perderé... tendré que entrar por aqui. Las paredes interiores están pintadas de blanco, y hay muebles que se ven muy blandos; está tan tibiecita...Cuando llegue a casa, sugeriré mudarnos aquí. Sandra estará contenta, y yo viviré en blanco.
-Daniel, ya está servido, siéntate.¿Encontraste
el párrafo que te pedí?
-¿Ah?... no, Sartre me confunde. Este...¿Vivimos
aquí?
-Vaya pregunta boba la que haces. ¿Qué has
hecho entonces en este rato?
-No sé; creo que ví a Paloma...


MONOLOGO DE LAS TINIEBLAS

¿Razones para desconfiar ? - No, parece que hay tan pocas como para confiar. ¿Razones? No confió en la palabra confianza; ni confió en mí,como es razonable, obvio, pero, es que... Tiene algún sentido preocuparme por ayer, ella, mi vida, la realidad? –me gusta el arte porque me toca a veces sin palabras, o me mueve sin sentir la necesidad de oponerme; pero las razones, la vida...
Esta realidad me hace mal: me enseña el mal tan sólo para venderme su bien. Solo algunos viven cosas abandonables, como los que sueñan catárticas implosiones para seguir luego con las palabras que tanto estorban, sentirme mal; pensado en ayer, hoy, en el tiempo… en derechos de felicidad sin razones para conseguirlo, ¿Derechos? Aun veo las razones para como trampas, así que veo mi trampa y la quiero e igual sigo como todos, ayer, confiar en como es, ella, en como soy o lo que quiero o que mierda hacer sin decir mierda, pensando que no quiero enredarme más, que quisiera poder olvidar las intensiones, los rodeos, las mentiras verdaderas.
Quisiera educarme, criarme amante de los pastos, del cielo, que no me doliera el sol, o la desnudes, que amara todo el tiempo la cosa que no conozco sin pensar en la distancia, bailando, pero que cada que imagino esto alguna cara se me cuela, alguien baila junto a mi e igual que aquí en lo compartido, deseo que me ame.
De niño era feliz. Cada que aparecía el mundo no pensaba tanto en las sonrisas que las horas se llevan, a las que el mañana no importaba, tenia tiempo bueno, y para desconcentrarme, veía. No , - No era feliz... El rey Arturo, la llovizna, las mandarinas (¿Ser feliz?), recuerdos sabores complejos. Las caras no son buenos signos para el alma, no puedo escribir este fui (este fui) por que me duele el cuerpo, por que tarde- (muy tarde) nos dicen que nada tiene sentido, pero no me rindo, tarareo, no quiero vivir sin antes haber amado pero tampoco quiero morir de amor, calaveras y diablitos... ¿Cómo así tiene sentido lo que pienso? Necesito. Voy... hacia un lugar donde nadie me espera; ¿no puedes detener tu mente-nadie? -deseo todo para no quererme, pienso que sólo puedo perderme en el sentido del sentido, y sólo pienso. Ni siquiera intento leer lo que va quedando escrito, ni entiendo bien porque (Yo) lo hago. Estos impulsos no deberían molestaros.. dudo, no quiero relatar historias; no argumento, no intento, estoy quieto?? escribo y nuevo uno, dos tres despierten! del profesor.
Escribo y muero en la pizarra. Me duele la barriga. Y nada de lo que traen estas palabras crea belleza para mi. Temo no poder más con la ficticia importancia de todo esto. ¿Por qué no se detienen un poquito? Bajo ellos...
Como decir
Que cuelgo de mi garganta
¿Lo ves?
...viene ¿qué pasa?
De mi garganta. Sufro lo de siempre...
Desquito
En las luces
los ratos que paso bajo ellas
contemplándolas
meciendo a mi difunto animal en mis brazos como aliento.
temo perderme.
Casi no veo más allá de mi llovizna
pero no basta
¿cómo decir que cuelgo?
Y tener que decírselo a este cadáver pensante que me seduce con su elemento.
Como entender que los días de pesadilla son los que me hacen regresar al sueño
bajo ellos
entiendo que quiero olvidar que estoy bajo ellos.
Temo perderme.
Pero no basta, llega a mi garganta
se aferra en el lado que soy débil
(que suele aparecer), pero, de donde viene ¿Ves?
yo soy
o es la persona que me han criado, todo lo que se me ha colado, la acritud de mi boca, la letra junto a la letra que se desprende de mi mirada, fracasada al introspeccionarse esperado hallar vacíos, que encuentra las malditas letras para desquitarse del tiempo, para doblar la exactitud de lo aparente, siempre incompleto siempre parcial, en un patético intento de olvidar que los sentidos necesitan vida, conceptos que bailen sobre el tiempo, mis emociones para ti...
yo también solo sé de mis zapatos y no sé.
...calaveras ay dios, mi mente.
Sufro lo de siempre



Berenice


Rumbo a la cuarta cerveza me di cuenta que inevitablemente iba a terminar en casa de Berenice.
- ¿Y? ¿Qué opinas?- me preguntó Violeta.
- Bonito, ¿no tienes más?
- Sí, acá tengo unos que no quería mostrarte.
- ¿Y por qué? - pregunté.
- Bueno, a veces eres complicado y mis poemas...
- Si fuera otro tipo de persona, me ofendería -le dije
- No, no quise, tú sabes, tonto. ¿Otra cerveza?
Rumbo a la sexta me doy cuenta de que en el fondo no quiero ir. Berenice parece demasiado enamorada, y eso me jode. Lo más probable es que deje de salir con ella, aunque no me la haya tirado todavía.
- Por eso también me enternece la bondad, lo que emana bondad en su belleza, como las flores, tu sabes. Lo cristalizo en estos versos -insistió.
- Llegó Charlie.
- El también es poeta ¿no?
- Sí, pero él es de los malos -dije.
- ...será por eso que publica -dijo mirándome.
No he leído mucho a Charly, pero es mi amigo. Se tira a más chicas que ningún poeta que yo conozca, todas sucumbidas por las desgarradas imágenes amoroso-sado-diabólicas, que he oído, pueblan sus escritos; ayudadas, claro por su facha de surfer-siempre-seco.
Ansiosas o no de cultura, ellas tienen casi siempre como único vínculo en común su escasez de ideas, últimamente exprimidas hasta el límite, tanto como sus piernas. Charlie me acaba de convencer de ir con él a una dudosa fiesta donde dice, nos esperan (lo esperan) alocadas admiradoras de los populares dizque escritores post BOOM latino y ese rollo, que a falta de mejor sonido, andan haciendo derrotados PLAFF. Me promete harto trago y buena marihuana, " siempre en busca de la desubstanciación total del arte, mi hermano", y yo mejor no digo nada. Esta pequeña ciudad se retuerce a nuestros apostólicos pies y sin embargo, ni mis tíos más queridos me han leído.
Quizá porque tienen mucha suerte.
La fiesta no es cosa del otro mundo. Chicas bonitas que andan por ahí alzando y exhibiendo sus culitos pretenciosos y sus sonrisas bobas. Hace rato nadie se me acerca. Todo porque no aguanté y mande a la mierda a una que me pidió que le recitara un poema de Charlie. El ahora debe de estar en algún cuarto de allá arriba con una o dos o tres mártires de la cultura. A mí me van entrando ganas de romper bocas; y nadie se me acerca más que esta gordita que parece la dueña de la casa y que, lo noto en cómo me mira, está decepcionada y quiere que me vaya.
Pues me voy.
De vuelta a mi dilema primigenio, Berenice. Ella es profesora de inglés en algún sitio, y llega a su casa a las once de la noche; hace unos minutos. No le aseguré que iría, pero ella sí me aseguró qué me esperaría. Mi plan era meterme en ese conversatorio hasta que me botaran, pero la injusta lucha entre una linda chica que sólo hablaba sobre lo Mágico-Real-maravillosos-fantástico- Etc., en aquel sensibilísimo relato y el viejo pelón que sólo encontraba en el mismo relato ideas políticas trascendentales, testimonios del dolor de una generación e inapelables conclusiones, me obligó a escapar. Charlie me ofreció su apoyo a través del teléfono. Me hizo esperarlo demasiado tiempo. Pude haberme ido, pero aguanté estoico el discurso de esa mi empeñosa comadre que a fuerza de cocachos quiere volverse poeta. Si fuese cuestión de empeño, ella sería mejor escritora y yo...bueno. Pude haberme ido, ¿pero a dónde?
El tiempo confirmó mis sospechas. Estoy subiendo las escaleras del edificio donde vive Berenice. Estoy frente a su puerta, y ella, que lo sabe todo, me abre, me recibe con un beso tibión, muy de ella, y me hace sentar en un sofá que me parece japonés, pero seguramente me equivoco. Mesitas de madera, cortinas impecables, digna casa. Comienza a sonar un compacto de Jarabe de Palo que sabe a ambos nos gusta. Por suerte no saca ningún vino, ni hay velas, ni cena en la estufa. trae un par de cervezas y sé que me conoce demasiado. La jalo hacia mí, nos perdemos en el mullido rincón oriental.
- Has estado tomando.
- Tú también.
Es fácil de abrazar, se agita suavemente, pone sus dos manos sobre mi pecho y empuja porque intento meter las mías bajo su ajustado pantalón de tela. Forcejeamos y caemos a la alfombra.
- Tráeme otra cerveza.
- Pero es la última.
- Lo prometo.
Nuevamente intento sumergirme entre sus piernas. Trato de hacerlo lo más delicadamente posible, pero me siento un completo mamut. Ella se levanta, la persigo y la arrimo a la pared.
- hey! ¿Eres tan apasionado siempre?
- No sé.
- Pero yo sí se que esto no durará.
- Te equivocas.
- Eres tan distinto, pero insistes en destruirte.
- Eso sonó romántico de más, te estás dejando Llevar.
- Déjame ver el dolor o quítame la vida, con tu Boca.
- No cantes, nunca seré un diablo poeta.
- Déjame ver el dolor.
- Berenice.
- Tú no eres real, debo estar soñando, debes ser una especie de ángel, entonces…
- ¿Un ángel con botella?
- ¿Por qué estás aquí?
- Quería verte.
- Si es todo, vete, ya me viste.
- No soy un títere.
- Titiritero. Viene de muy lejos, cruzando los viejos caminos de piedra, y es de aquella raza que de plaza en plaza, nos canta su pena...
- Bere...
- Titiritero, ¡Allez hop!, de feria en feria, siempre risueño, canta sus sueños y sus miserias.
- No cantes, escúchame.
- No quiero escucharte, no me vas a convencer, ya no me importa el que me vayas a dejar.
- No quiero dejarte.
- No mientas, me haces más daño.
- Yo no..
- Calla. abrázame así.
- ¿Así?

Avanzamos por las paredes hacia adentro por el pasadizo. Le quito la blusa. Recorro sus nalgas mientras ella se quita el sostén. Yo la toco, la beso, la busco, y ella cede. No sé muy claramente si está asustada, si le gusta o no, o si lo hace para complacerme, pero hay algo extraño en el temblor de sus piernas siempre acrobáticas.
- Soy virgen.
- (...)
- (...)
- No, sólo confía en mí.
- Ay, me pides imposibles.
¡Donde está Arjona cuando se le necesita¡ ahora soy yo el siente los nervios; pero ella, que lo sabe todo, comienza a desnudarme. La cargo, la llevo a su cama y terminamos de desnudarnos. Nos amamos PARA SIEMPRE durante ese tiempo. Yo sujeto a mi virgen dolorosa, y me siento más despiadado que nunca, gozando de sus sacudones y aleteos incesantes, como un ave degollada y prisionera, quejándose de placer hasta quedar rendidos, uno junto al otro; y sé que debería abrazarla, ahora que llora, pero no lo hago, recojo mis cosas y me voy.
Llego a la fiesta y me dicen que Charlie aún anda por ahí, que han encontrado un disco de Jannis Jopplin, que hay trago para tres días más y pues que esta vez no me vaya tan pronto; Charlie se tiró a la dueña de la casa y ella ha quedado revoloteando por ahí, amando al mundo. No saben que lo que menos me importa ahora es esa gorda cara de ojete. Tengo metida a Berenice entre las dos orejas y sé que inevitablemente terminaré de nuevo en su casa; y ella, que lo sabe todo, me estará esperando confiada en que nunca la dejaré, y que, aunque no lo demuestre, la ame tanto como me ama ella. Yo por mi parte, confío en que esté equivocada, mientras intento despertar a Charlie.






Tratando de olvidar a La Bersuit

...Tu silencio y el pantalón se me enredan. La música repite mis palabras tu mirada la voz que vuelve y yo voy a caer. Me falta la adrenalina que te sobra, ya lo sé; todos confundidos. Pero igual, repito, tú me estas mirando y yo voy a caer.
Siluetas confusas deambulaban por la pared, o desaparecían en la inmensidad de la ventana y su noche abierta. Tres velas ardían sobre las tablas del suelo, intoxicadas de tantas trágicas intenciones de alegría, otras en lámparas de papel iluminaban las escaleras por donde subía y bajaba la barahúnda. Rosa no bailaba; tenía miedo de tropezar, víctima también de historias y esperanzas. Su hermana no lo sabía, pero ella la envidiaba: la veía bailando, distraída, descalza.
Miguel tocaba al piano una canción de desamor, y alguien insistía en sonreír.
...bailo y fumas, no sé. Brinco y caigo por la ventana y bailas y bailo… tú me estás mirando subir como el humo.
Rosa descubre una pequeña apertura en el piso, tras un pedazo de madera suelta del entablado que alguien golpeó al bailar. Se acerca esperando un Aleph, un beso, Sofía; queriendo no ser notada, o llamar la atención. Algo se mueve y no es diferente. La abertura sólo está un poco más allá. Abre las manos y gatea. Una nueva melodía la distrae… esa duda que le impide saber si debe o no recordar lo que deseaba tener y ha olvidado, aparece. Las personas se mueven. Extraña una canción de la Bersuit que no es la que Miguel repite siempre. Regresa a su rincón a seguir interpretando aquellas siluetas danzantes. Ella sentía la fragilidad de lo que flotaba, cada alegría obtusa de tantas historias parecidas, de un bar de gente alegre y tensa, necesitando algo mejor. Sofía temblaba con todo su guayaquilezco aspecto suizo, acostumbrada a otras manos, esperando algo desde la blancura de sus piernas desnudas entre la voz que se arrastraba sintetizada bajo el leve impulso de su ritmo. Otra noche que alguien sueña o recuerda a gritos entre la montaña ecuatorial y el mar. Sofía sólo esperaba despertar aún bailando, no importaba donde, pero aún con sus brazos.
También las personas flotando, consumiendo el oxígeno cargado de inciensos, humos, humores; siente Miguel. Arrastra muchas noches pensando dejar de tocar; dejar de hacer el bien del mal con aquellas palabras de su incoherente fantasía, cantando historias que intuye probables, pero que necesita sintetizar, distorsionar.
Ve a las dos hermanas, bellas y desquiciadas. Cambia de tema y continúa.
En medio del suelo Rosa se había detenido, invadida por una cálida ansia (de volver atrás a aquel punto de la nostalgia de lo irrecuperable.)
-Échale la culpa a las novelas eh, huevas; dos son mis pieces, eh^¨. No tiene caso cuantas veces se repitan las noches, siempre olvido tu predilección por los amores de tinta; tan desconfiado como todos los como tú, los instruidos en angustias, oye… -le dice Sofía a miguel, y sigue bailando con su sombra gemela.
...Hoy es Domingo, maldita, y debes estar haciendo el amor con otro, amor...
Las siluetas confusas dibujaron salidas para Miguel también: algo se mueve y no es diferente. No siente ganas de vomitar, ni de seguir no atendiendo su propia música... Domingo. .figuras ondulantes en el brillo de los que bailan sobre las flamas. Desde la barra alguien urde una historia del pasado para todos. Rosa sueña y estalla en el interior del agujero, vuela y cambia de apariencia con sólo tornar la mirada, y no es su hermana la que baila sobre los tablones de madera, cayendo, el piercing piramidal que cuelga de su labio inferior brillando en la locura de esa letra que se rompe sobre sus lados sensibles, donde miguel canta y tantas cosas; y sólo quiere naufragar. Alrededor de ellos se extiende un pueblo de caras que se buscan en la oscuridad de ciertas otras canciones, o tras el origen de la luz, del fuego de la leña, de cinco mujeres que sueñan que son felices, mientras otras corren, los demás confundidos o contentos; la luna de pronto hace daño porque alguien lo cuenta y los cuentos se vuelven el revés del alma por el arte hacia la indiferencia por lo real, pero ansiando a pesar del tiempo una mano que lleve a Rosa a su agujero abierto, que coloque calma en Miguel o detenga el tiempo, la historia y los Domingos de Sofía. Ella baila entre todos simplemente para olvidar lo sola que, presiente, quedará, con la piel sudorosa y expectante, descubierta; pensando en lo iluso de su libertad ojos cerrados. Quedan cinco personas soñando que son felices y Rosa es una...Miguel encontró una melodía, algo tibio, blando, mientras quien fabula intenta poder bailar.
...Todos los cuerpos se golpeaban anónimos.
Caminó confundido, caí.
-¿Y Miguel? ¿se fue?, no pues qué extraño es ese man... – se dicen el bajista y el batero estirando el cuello para verle donde antes estaba.
Sofía besó a su hermana, quien hablaba dormida, sonriendo; pero comenzaba a despertar.
...Sofía
...linda Sofía
...Sofía
La sala quedó en silencio en espera de alguna siguiente canción; alguna otra canción, mientras aquel sonido gutural se escondía, se nos escapaba tras el piano desde Miguel, quien vomitaba queriendo irse junto con su ánimo, pero tantos oyen pianos como gotas, sonríen soñando o contienen llantos, que los besos que se den los amantes nunca nos bastarán.

domingo, 15 de febrero de 2009

PROVERBIOS 6: 6-8

¿ Y tu quieres ser escritor?

Sip

¿ Y has publicado ya?

No.

¿ Qué edad tienes?

veinte

¿Pero tú recuerdas que Vargas Llosa ya a los dieciceisssmss...

Nooooooo....¡¡¡¡ La bicicleta volvía a bajar corriendo por la vereda tropical, surcando en contra al viento suburbiano. Miraba a ambos lados, buscando ansiosamente. El planeta abrió fauces bajo él, cayendo varios segundos en uno. Luego despertó.

La película aún no terminaba. Frotó con sus patas delanteras su par de antenitas todavía soñolientas y caminó hacia donde Isabel batallaba tratando de levantar una gran canchita dulce que había encontrado. "Ayuda, Pequeño", dijo. Isabel sí que es una hormiga trabajadora, pensó. El se la pasaba soñando con ser El Rey y eso a ella la irritaba sobremanera. La canchita se veía grande, muy grande, completamente adherida al piso quizás desde varios días atrás. Había poca gente viendo esa película antigua repetida tantas veces. Pequeño la cogió por un lado y trató de levantarla, pero no cedía la melcocha. Una pierna salió, de pronto, desde la imagen de la pantalla de cine y cayó cerca a ellos un personaje de la película. Le habló a la chica que estaba sentada en la sexta fila con un tono ligeramente preocupado y hasta confianzudo. Pequeño le restó importancia y volvió a su tareas. Isabel, a la cuenta de tres... ¿Isabel? Ella había trepado a la cima de la canchita y miraba asombrada lo que estaba sucediendo. ¿Isabel?¡¡¡. Ella le preguntó mirando lo que sucedia "¿ Tu crees que los de la película aún así puedan encontrar la Rosa Púrpura?" No sé, tú eres mi rosa púrpura. "Ay," dijo, "no sabes lo coqueto que eres. Me gustas hasta aunque te hayas quedado dormido en medio de nuestra cita." Disculpa, respondió, es que he visto tantas veces esta película.... quizás más veces que esa chica; y " más" triste, sin embargo nunca ninguno de esos personajes se había asomado para preguntarme qué era lo que me pasaba. "¿Y encuentran la Rosa al final?" No sé... -respondiò- siempre me olvido, me ayuda a volverla a ver contento. Pero piénsalo Isabel, ¿Qué tan interesante puede ser una rosa púrpura en una película en blanco y negro? "¡Ay pequeño! ¡ Qué poco sabes!"

Luego de pensarlo un rato, subiendo junto a ella resuelto y estirándose al máximo, dijo: Sé que voy a ser el rey. Isabel bajó riendo atléticamente; "Ay sí que eres bobo, ¿Cómo vas a ser "Rey" si las hormigas sólo tenemos Reina?" Pero yo voy a ser Rey, respondió; saltándole encima, e intentando morder alguno de sus seis hombros. "Qué te pasa," dijo ella empujándolo amorosamente, "tú quieres golpe".


Una señora que estaba cerca pudo haber visto, un tanto asqueada, la canchita trepando mágicamente por la pared, llevada en secreto por las dos hormigas cómplices; pudo haberlo visto y seguramente habría acabado de un zapatazo certero con aquello que no comprendía en un acto aburridamente humano; pero no lo hizo, estaba demasiado ocupado exigiéndole al tránsfuga personaje de la película que volviera a ella, que había de reclamar su dinero si no lo hacía. Parecía una persona violenta. Sin embargo, la canchita igual cayó faltando pocos centímetros para llegar a la cornisa guinda desde donde todo el camino se hacía más fácil, llevándose consigo a las hormigas. Isabel se aferró a ella para no perderla de vista al momento de caer.


Pequeño estiró las seis patitas en un vano intento de agarrarse al vacío. El impacto no fue tan duro para el a pesar de haber caido desde muy alto. Pequeño no veía ni a Isabel ni a la canchita. Mejor, pensó. La caída había sido culpa suya y no quería escuchar reproches. Isabel lo amaba, pero jodía un montón. Caminó bajo los asientos débilmente iluminados. Los pasos de algunas personas tronaban a su alrededor como terrenos espasmódicos. Temió encontrarla aplastada. Los asientos parecían inclinarse hacia él, opresivos. Avanzó por la alfombra guinda temeroso hasta que todo se fue calmando, pero ni rastro de Isabel.


Entonces apareció aquel Ángel caminando meditabundo. ¿Qué te pasa?, le preguntó Pequeño. "Me enviaron para convertir a alguien en Rey, pero no recuerdo a quién" -dijo.. Los ojos de pequeño brillaron. Quizás sea yo, pensó. "Quizás seas tú", dijo Ángel, sentándose sobre un palito de fósforo. Yo ando buscando a Isabel- respondiò, a lo que el Angel hizo un gesto de desconocimiento. Caminado por la misma ruta apareció un demonio ojeroso con pinta de trasnochado. Al verlo pasar así ambos se interesaron, y le preguntaron que era lo que le pasaba.

Lo habían enviado para convertir a alguien en rey, pero no recordaba a quién. Pequeño y Ángel se miraron sorprendidos y le comentaron la coincidencia. "Tiene que ser alguien de por aquí." "¿Tu crees que se trate del mismo?" "No", "no"; no. Se intercambiaron algunas miradas desconfiadas y hostiles, pero todo se relajó. Quizás yo sea uno, dijo Pequeño . "¿Has publicado?" Preguntó el demonio; pues, no. "Entonces puede que tú seas a quien Yo busco", -dijo. -"Yo te puedo convertir en rey: solamente me tienes que dar un dinerillo para papeles y eso y te edito tus libritos. Te cobro la tinta y la mano de obra, a cambio te lo diagramo y corrijo gratis, le pongo letritas vistosas Gratis, y te consigo un prólogo firmado por Satán si quieres ¡GRATIS! Te doy cuarenta libros para que los vendas y recuperes tu inversión." ¿ Pero qué ganas tú demonio? "Nada, hormiga, nada. ¿No te digo que posiblemente me hayan enviado a hacerte Rey? Solo que, claro está, no es de gran importancia, firmarías con nuestro sello editorial una pequeña opción." ¿Y qué significa eso? "Nada, hormiga , nada, es lo bueno de los signos." "¿Dices que no has editado?" Intervino Angel. Sí, ¿Por? "Porque entonces tambien puedes ser tú a quien yo busco." ¿Si? "Claro, sólo necesitas darme catorce copias de tus escritos, si los tienes, engrapados y compaginados y bajo un buen seudónimo y quizás podrías volverte rey." ¿Y no me pides tinta? "Mnnn..no." ¿Ni papel? "Tampoco". Dijo esto ultimo con un acento tan sublime que el demonio pezuñento casi llora de purita cólera. Tal Vez, dijo pequeño. "O.K. ahora sólo tienes que elegir el día de la semana que te convenga." -¿Cómo?- "todos los días de la semana tienen sus particularidades, si quieres ser Rey un lunes tienes que pensar en cuentos amorosos o de terror, que tengan sesenta comas, diez puntos o veinte paginas, o número primo de acentos prosódicos. Si lo quieres en Martes tienen que ser vanguardistas. y puedes ser vanguardia de quien quieras, adelantarte a tu época, o voltearte a la retaguardia (vanguardia de ayer). Si lo quieres en Miércoles o Viernes tiene que ser de sensación, para gente joven, como chicles de menta que se puedan vender en los kioscos, se me ocurre: Las historias secretas de Hola Yola, puedes titularlas Humo y burbujitas, no sé, sólo digo. Los jueves sí, solo tienes una opción, el cuento político, o cambias al mundo o intentas cambiarlo con valientes super sabias denuncias o al tacho de basura a escuchar a Beck. Los sábados son urbanos, sicológicos, eróticos, autóctonos, coloridos, sin comienzo, sin final, circulares cóncavos, platónicos, maltrechos, en formas de u, o , si puedes, en forma de e. Los domingos son surrealistas, de Tiion - ¡Nada de Real Maravilloso! no preguntes porqué.


¡Pequeño!


El demonio y el Ángel se desvanecieron en el aire dejando unas nubecitas de colores donde habían estado ¡¡PUFF!! "¿Dónde estabas pequeño?" "Buscándote, Isabel, tengo tanta hambre que hasta creo que alucino." "Ya pequeño, siempre exagerado." Isabel compartió con él un poco de su estómago colectivo en algo que pareció un beso pero no lo fue. Luego recordaron la canchita, así que fueron por ella. Durante el camino, pequeño le comentó que quizás ella tenia razón, que nunca podría ser el Rey, por que eran hormigas y era una utopía, las hormigas sólo tienen Reinas. Ella lo miro conociéndolo mucho y le dijo, "no te preocupes , yo te corono mi Rey", le mordió un hombro, y siguieron su camino hacia la canchita, hacia el trabajo duro, Isabel me ama, pensó pequeño, pero jode un montón. Arriba, la película se reanudaba. Una luz gratificante se extendía sobre ellos, sobre la canchita, era delicioso ser hormiga y sobrevivir, aunque el mundo continuara girando para aquel lado y no se pudiera decidir ser Rey; al menos, el tenia a Isabel. ¿A quien tienes tú?

viernes, 23 de enero de 2009

coloquio internacional d narrativa fantástica y otros textos


Sala de Conferencias del
Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar
Programa
Viernes 22 de agosto de 2008
Inscripción y entrega de credenciales: 09:00-10:00 hrs.
Inauguración: Gonzalo Portals Zubiate, Presidente del Comité Organizador 10:00-10:15
Conferencia Magistral 10:15-11:15 hrs.
David Roas. Universidad Autónoma de Barcelona – España
«Relación de lo fantástico con la idea de lo real»
Homenaje a José B. Adolph. 11:30 – 11:45 hrs.
Vídeo: «La política de la ficción ». Director: Ronald García
MESA 1 11:45-13:00 hrs.
Intrusiones en la ciencia ficción peruana
Christian Espinoza. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«La disolución del cuerpo como goce fantástico. Una lectura
del cuento 'La casa' de Mañana fuimos felices de José B. Adolph»
Rubén Quiroz Ávila. Universidad Complutense de Madrid-España.
«Teatro de anticipación: La caja fiscal tal cual será en 1986 (Lima, 1886)
de Acisclo Villarán»
Daniel Salvo
«La narrativa peruana en tiempos del Halley o el miedo como impulso
para el desarrollo de una ciencia ficción 'autóctona': las ficciones apocalípticas
en El día trágico de Clemente Palma y El fin de la raza de Eduardo Herrera»
Moderador: Elton Honores
RECESO
MESA 2 15:00-16:15 hrs.
Otros mundos fantásticos
Óscar Gallegos. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«Textos excéntricos: El microrrelato y la literatura fantástica en el Perú»
Fernando García. Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
«El horror cósmico en Lovecraft»
Tanya Tynjälä. Universidad Politécnica de Helsinski-Finlandia.
«Panorama de la literatura fantástica finlandesa escrita por mujeres»
Moderador: Daniel Salvo
MESA 3 16:30- 17:45 hrs.
Mundo andino y narrativa fantástica
Richard Leonardo Loayza. Universidad Nacional Federico Villarreal.
«El elemento fantástico en la literatura de la violencia política. El caso
de Adiós, Ayacucho, relato de Julio Ortega»
Eliana Pérez. Universidad Nacional Federico Villarreal.
«Realismo mítico: una propuesta en Rosa Cuchillo de Óscar Colchado Lucio»
Bárbara Rodrigues. Universidade Federal de Pernambuco – Brasil.
«El realismo mágico en El Hablador, de Mario Vargas Llosa,
y L'Enfant de Sable, de Tahar Ben Jelloun»
Moderadora: Tanya Tynjälä
Conferencia Magistral 18:00-19:00 hrs.
Martin Lienhard. Universität Zürich – Suiza.
«Ñuqa manam runapa purinantachu purini («Yo no camino
por camino de hombres»). El 'más allá' en la narrativa oral quechua»
«Ceremonias de lo insólito »
Encuentro de narradores contemporáneos 19:15- 20:45 hrs.
Participan: José Donayre, José Güich y César Silva-Santisteban
Moderador: Elton Honores
Sábado 23 de agosto de 2008
MESA 4 10:00–11:15 hrs.
Asedios a lo fantástico como modalidad expresiva
Daniel Otoya. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«Teoría VI: La función cultural de lo fantástico»
Jorge Ramos Cabezas. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«Selecciones de monstruos. Apuntes sobre las antologías
de narrativa fantástica peruana: los casos de Felipe Buendía, Harry Belevan
y Gonzalo Portals Zubiate»
Jesús Zavala Dávila. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«Mundos periféricos: Lo fantástico y lo real maravilloso: tres casos paradigmáticos»
Moderador: Christian Elguera
MESA 5 11:30–12:45
Aproximaciones a Clemente Palma
Christian Elguera Olórtegui. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«XYZ: El problema de la tecnología»
Eduardo Huaytán Martínez. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«'El último fauno' de Clemente Palma: una aproximación desde la semiótica tensiva
y la dialéctica de la ilustración de Adorno y Horkheimer»
Moderador: Jesús Zavala
RECESO
«Disquisiciones en torno a lo grotesco » 15:00-16:30 hrs.
Participan: Fernando Fuenzalida, Moisés Lemlij y David Roas
Moderador: Alex Forsyth
MESA 6 16:45-18:00 hrs.
Lo fantástico en la narrativa del cincuenta
Elton Honores Vásquez. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«El cuento fantástico absurdo-existencialista en la narrativa del cincuenta:
Alfredo Castellanos, Felipe Buendía y Sara María Larrabure»
Pierre Vandoorne. Pontificia Universidad Católica del Perú.
«La dinámica palimpsestual de lo fantástico en un cuento de Ribeyro»
Nehemías Vega Mendieta. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«Lo absurdo y lo fantástico en Ribeyro»
Moderadora: Mara L. García
MESA 7 18:15–19:30 hrs.
Discursos heterogéneos en lo fantástico peruano
Rocío Ferreira. DePaul University, Chicago - EEUU.
«¿Historias de amor o de horror?: Recursos fantásticos, insólitos y maravillosos
en algunos cuentos de Juana Manuela Gorriti, Clorinda Matto de Turner,
Pilar Dughi y Leyla Bartet»
Mara L. García. Brigham Young University – EEUU.
«César Vallejo: un escritor fantástico».
Jorge Valenzuela. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
«El proceder fantástico en 'La muerte del Dr. Octavio Aguilar' de Wáshington Delgado»
Moderador: Pierre Vandoorne
Conferencia Magistral 19:45–20:45 hrs.
Harry Belevan
“La narrativa de expresión fantástica”
Clausura: 20:45-21:00 hrs.
Actividades paralelas: Exhibición y venta de revistas de literatura peruana
y libros de casas editoriales nacionales. 14:30-18:00 hrs.
Instituciones representadas
Perú:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Pontificia Universidad Católica del Perú
Universidad Nacional Federico Villarreal
Universidad Antonio Ruiz de Montoya
EEUU:
DePaul University, Chicago
Brigham Young University, Utah
España:
Universidad Autónoma de Barcelona
Universidad Complutense de Madrid
Suiza:
Universität Zürich
Finlandia:
Universidad Politécnica de Helsinki
Brasil:
Universidade Federal de Pernambuco

La Función Cultural de lo Fantástico.
Qué poco rato dura la vida eterna
Por el túnel de tus piernas
Entre Córdoba y Maipú…

Hemos y venimos revisando durante diferentes cursos en la facultad de Letras y CC.HH. de la U.N.M.S.M., pero con especial énfasis en el curso de teoría IV del 2007 (grupo 2), que es donde se forman las reflexiones de este discurso, la tradición de la literatura fantástica, describiéndola como tópico y práctica historiable dentro de la literatura moderna occidental, identificándola como fenómeno relativo a determinada tensión cultural desarrollada en el siglo diecinueve entre algunos padres fundadores del género. Analizando su producción posterior, la cual llega hasta hoy, entendimos, en relación a las reflexiones teóricas acerca de lo leído, que el punto en común en el efecto entre las mismas pasaba por la construcción de posibilidades de verosimilitud (persuasión retórica de coherencia) en torno a cierta ruptura expuesta con el marco de la referencia racional-ista en el espacio imaginario-virtual de La Novela, El Cuento y La Poesía; donde la conciencia y la palabra estaban permitidas de, e invitadas a desembarazarse de la responsabilidad de ceñirse a tesis racionales (o racionalmente expresadas) de las revelaciones verdaderas de la lógica moderna, y proponer posibilidades de fractura de algunos de esos códigos en favor de referencias exóticas a lo esperado por el razonamiento moderno; como por ejemplo romper con el principio de no contradicción, o el principio del tercio excluido, o los principios físicos científicos de esa lógica que intentaba ser lo más extensional posible en sus reflexiones y representaciones.
Esa fractura resultó un canal no solo para las intenciones (tal vez inocentes, tal vez no) de ruptura lúdica, ya en orientación eufórica o en orientación disfórica, de estos autores modernos; sino, también se descubrió a sí misma como un canal de inserción para idearios reprimidos, función que la trascendió en sus intensiones específicas como género, emparentando a la literatura fantástica en buena parte con todo lo absorbido por la literatura ante el auge de la modernidad y su discurso totalizante de la fragmentación, del positivismo analítico; como sucedió con los discursos que derivaron en las novelas de caballería, los cuentos de hadas, o la lírica y dramática clásicas, todas refugiadas en el campo ficcional de la literatura gracias a su falta (su no necesidad) de referencia visual o positiva en sentido extenso para sus revelaciones tanto como por su capacidad emocional de veritación; la cooperación anímica del principio de felicidad del contrato cultural de la lectura moderna, que atenuaba su latente condición subversiva en pro de valorizar positivamente su función lúdica y de entretenimiento, la que le exaltaba para negar así sus otras funciones y excluirla analíticamente de los roles científicos, políticos, filosóficos, etc.), que la deseaba hecha de superficialidad, de reducción y arbitrariedad desde la economía emocional de la óptica cientificista positiva que creyó poder exorcizarse de los fantasmas de la arbitrariedad del signo, de la incompletud discursiva en pos de algún término real de esa manera.
Pero ésta visión cohabitó con otros marcos de referencia imbricados en el campo discursivo de la semiósfera contextual de aquella cultura que le vio nacer, por lo que debió disimular muchas veces esos otros marcos de verosimilitud presentes, a veces provenientes de la cultura popular en la periferia del control modal: en el marco de lo real-grotesco bajtiniano; o también en los irónicos o sutilmente vitales marcos referenciales tras la ideología del discurso culto moderno oficial, como puede verse en la interculturalidad del erudito de finales del XIX (Oscar Wilde, p. ej.). También se presentan en la escisión de sujetos de doble raigambre, por encontrarse en situación liminal entre la modernidad y parámetros paralelos del pensamiento occidental, como sucedió con los constructos que se sostenían a razón de “la fe en lo que no se puede ver”. Igualmente lo que aún es muy pronto para positivar, pero se siente posible intuitivamente (como sucede en la especulación de la ciencia ficción, por ejemplo La vuelta al mundo en ochenta días, de Verne), pero que en todo caso se refiere a algún sentimiento de presencia, presencia intensa; el que muchas veces era parte de algún registro paralelo al moderno que, ante su puesta en falta por la crítica de éste a sus parámetros ideológicos fundacionales, re-aparecía en el ambiguo campo de la ficción literaria (p. ejm. en Frankenstein, de Mary Shelley, donde aún suenan claves del Fausto de Goethe, en su alusión al hombre que no pone límites a su ansia de saber); campo que ya albergaba a textos apátridas, apócrifos en cuanto fuentes de sentido razonable según la razón oficial, ya de orden del marco conceptual medieval cristiano, celta, griego, romano, grecorromano, asiático, árabe, etc. Estos modernos textos fantásticos literarios surgidos en función también de una conciencia idealmente super-independiente, individual, resultado de desvío personalizado, de verosimilitudes particulares, privadas, autorales (el énfasis moderno), generan la fantasía como nombre del espacio vital de la imaginación, constructo de paralelas exploraciones a la utopía, a lo alternativo, a la opción, a la imaginación como altamente experimental e intuitiva: a la co-deconstrucción, a la contradicción en el espacio de la literatura.
Estas poli-verosimilitudes finalmente hablan de las tensiones presentes entre meta-discursos amos, internalizados heterogéneamente la más de las veces en un mismo inconsciente colectivo cultural, que puede posicionar la cara de su conciencia de modo dialogante o de modo imperante con las demás fuentes de sentido culturales imbricadas en su contexto social.
Pueden internalizarse de modo heterogéneo también, en un mismo inconsciente individual, metáfora del anterior, discursos que se contradicen. Individuo éste que a su vez se ve obligado a asumir con conciencia e inconsciencia poética la posibilidad de volver significativas y no abstrusas las contradictorias regularidades-irregularidades fundantes de la percepción y de la interpretación, como se ve en el continuo paradójico diálogo-monólogo de la obra literaria, donde frases como la que canta el epígrafe “qué poco rato dura la vida eterna/ por el túnel de tus piernas/ entre Córdoba y Maipú” desarrollan su función comunicativa sobre sus impredecibles predecibles posibles reconocimientos, ya sean éticos, políticos, científicos, metafísicos, estéticos, eróticos, cómicos, o de cualquier índole respecto de las resonancias múltiples que pueda tener un discurso en su recepción consciente e inconsciente en el campo de una intersubjetividad poli-discursivizada, poli-discursiva, estructuralmente poli-referencial; y bueno, todo esto seguro le va a encantar a mi querido amigo Hanz Polilla, goloso lector de B. Harshaw y sus “flotaciones”; doctor, traductor, editor y escritor a quien debo algunas reflexiones siquiátricas.





Lo Fantástico Como Sentimiento y La Función Del Sentimiento De Verdad.
Muy atómica
Muy rápida
Rápida la vida
Pero ante la dificultad…

El asunto de la duda como lo existencial remite a instancias de tensiones polivalentes axiales del sujeto: por ejemplo nuestra poli-dimensionalidad discursiva enfrentada a la clausura autopoyética, la dimensión subjetiva ante la dimensión intersubjetiva, o lo extenso y lo intenso y lo consciente y lo inconsciente; lo biológico y pasional en función a lo modal y cultural. Estas multi-dimensionalidades se encuentran y anudan en cualquier sujeto real y se manifiestan sistemáticamente, y en función a que pragmático¬-conceptualmente alguna se presente en positivo y las otras se disimulen, para resaltar o expresar una tendencia en función a instancias comunicativas, analíticas y atomizantes, que den cuenta de una toma de posición clara y distinta en el lenguaje para el accionar, por ejemplo “esto digo yo”, vs “esto lo dicen ellos”, o “éste es un artista, y el otro un gasfitero”, efecto que como foco de sentido atenúa la constante inter-determinación mediante la exageración de cierta función como lo esencial (único y privativo) en ambas proposiciones, que eclipsa la articulación vital realizada por cada evento entre las funciones antropológicas, sociológicas, ecológicas, humanas, las relaciones en general; las funciones del lenguaje que Jakobson diseccionó analíticamente en una operación que preservó aquella búsqueda purista de esencialismos, postura que intentaba nutrir la posición de la razón como un nuevo gran Otro, mediante reducciones lingüísticas taxonómicas y ontológicas que volvieran abarcable en una reflexión a todo el universo de complicaciones de lo real aun no reducido por el lenguaje, de aquella razón tan unívoca como el anterior rol de Dios, el nuevo garante del sentido /uno/ ante la muerte de aquella metarrelatividad, dejando por fuera la imbricación de cualquier función que no tuviera que ver con lo esencial e incluso total y privativo de cada compartimento-estanco de tal análisis, que no permite hablar sino metafóricamente (desde el enfoque de la metáfora como desvío) del arte de la gasfitería y de la mundana suciedad del juego semiótico en las artes. También en esa dirección, junto con Stuart Hall y David Morley “Estamos tratando de devolver el proyecto de los estudios del sentido desde el aire limpio de significado y textualidad y de teoría hasta algo más allá abajo” como escriben en el capitulo 13 de Critical Dialogues in Cultural Studies, Londres, 1996.
La duda se encuentra en el fondo de cualquier dramatización, al menos como movimientos y transformaciones, dinámicas o juegos de la referencia en la reflexión, y es ahí donde se puede ver actuar al sentimiento en conjunto con la razón lógica como otro peso en la balanza que hace de cualquier verosimilitud lo más vívido, lo más seguro para la acción o reacción ante alguna percepción insólita. Bueno, no exactamente cualquier verosimilitud, sino exactamente de esa verosimilitud que tuviese más elementos de resonancia identificativa, o tuviera la mayor gravedad en la economía emocional del supuesto perceptor, quien mayormente solo en casos histéricos no podría salir de la duda y siempre apostaría, al menos operativamente (atenuando, no anulando en su latencia y coherencia interna a las del resto), por una de ellas, para vencer la inercia de la confusión, mediante esa apuesta anímica que le da a un verosímil el rango de verdad para permitirle al sujeto actuar, apostar, creer o no: tomar posición ante lo percibido.
Acerca de la distancia y proximidad de lo verosímil para una cultura en relación con lo que lo es para un sujeto “homogéneo” del discurso de esa cultura vale revisar los soportes de la memoria con que actualizan sus reflexiones. La alusión a la enciclopedia cultural se puede entender, desde la mirada del individuo, análoga a la reflexión basada en campos de referencia externos (C.R.E.), asi como los describe Benjamin Harshaw en sus reflexiones sobre ficcionalidad y campos de referencia. A su vez la enciclopedia cultural hace uso de lo inscrito en sus códigos internos de manera similar al proceso de los individuos en la auto-poiesis definida por Maturana e insistida por S. J. Schmidt en su modelo constructivista de la realidad, la ficción y la literatura.
A pesar de que todo documento cultural está impregnado de emocionalidad, lo simbólico reduce esa dimensión a un estereotipo identificable, inscribible en los códigos que pertenecen a la red conceptual de su medio y tal vez en su propia emocionalidad, si se puede hablar del carácter de una cultura, pero se basa en lo expresado o entregado de un individuo hacia ella, un individuo (sujeto textual) que básicamente se apoya en un campo de referencia interna para la total coherencia de su discurso, y que al igual que el campo de referencia interna de las obras de ficción, se debe tanto a las instancias dialógicas con su entorno como a experiencias exclusivas y excluyentes de su receptividad, a espacios de lo no dicho de sus intensiones, sueños, deseos, culpas, fantasías, etcétera en tal sujeto; análogo esto a su vez al espacio de lo no realizado-no realizable del texto de ficción.
La verdad analítica que proclamó la mentira de la literatura, esencializada en torno a la fictividad de su simulación de verosimilitud, fue la conceptualizadora de ese espacio utópico donde la cultura moderna consiguió administrar los restos lógicos resultantes de las operaciones respecto a las posibilidades avasalladas por su cosmovisión positivista, lo que cubría la necesidad factual del flujo de esas ideas como compensatorio contrapeso a las certezas científicas, por lo que no es sorprendente que el arte se haya adelantado en muchos casos a las reflexiones acerca de las funciones de dichos restos; el resto subjetivo, por ejemplo, de tales operaciones positivistas: El Bosco, o Goya (que Freud supo entender mejor que cualquiera), por nombrar algunos surrealistas que no caben en el análisis del surrealismo histórico de la historia positivista, o el impresionismo, el simbolismo, el irracionalismo, el boom de ismos y sus antecedentes ficcionales que también incidieron en lecturas filosóficas como la fenomenología del arte en Heidegger, o las reflexiones de Quine, en torno a la esencia continua de ciencia y filosofía; o de filosofía y poesía, como Derridá sugiere a veces pues el arte en su supuesta inocencia permitía aplicar el sentimiento de verdad de una manera lúdica a especulaciones relativas al complejo del mundo percibido no necesariamente desde el centro deíctico de la razón cartesiana, la duda como método hacia la verdad revelada y sus limitaciones focales; sino desde lo vuelto mundo de referencia interna, o negativa, lo representado, penetrando el espacio que ocultaba estructuralmente el positivismo, lo que dio un gran plus de goce a la literatura fantástica, ya que ambos sentimientos, el sentimiento de ficción y el sentimiento de verdad son instancias reconocibles en lo cognitivo, pues resultan polarizaciones de un mismo movimiento (especulación) entre paradigmas de verosimilitud, donde la apuesta por alguno-s de ellos como líneas de lo verdadero a nivel pragmático, vuelve hipotéticos (posibles no veritados) a las demás referencias, digamos que a las menos pertinentes en el contexto dado: por ejemplo ante un tribunal, ante la madre, o en la soledad, la misma especulación posiblemente seguiría diferentes derroteros retóricos, aun cuando sea siempre en función a probar una misma inocencia. La duda como lo existencial está en función de las antípodas del sentimiento de coherencia discursiva, ante la necesidad de adecuación del discurso a los acontecimientos significativos intensa y/o extensamente, implosiva o/y explosivamente.
La duda finalmente es un agujero, es tan solo la tensión del despliegue de la persuasión entre dos o más verosimilitudes en el movimiento especulativo del análisis y atomización esencializante propio de la pragmática lingüística moderna, reductiva en su función respecto de alguna afirmación clara y distinta.
Ante la esquiva verdad de la vida, la verdad de los discursos que tratan ciertamente de contenerla, aunque se remitan a lo extenso, siempre se actualizarán en función de entender la representación de alguna presencia in-tensa identificable en referencia a lo intuitivo en el campo de la intersubjetividad, una presencia del ánimo, una emoción, es decir, ante una verdad que no existe positiva o extensamente como verdad para todos-siempre, la verdad que insiste es la de la intuición y sus complejos resortes y referencias a estímulos exógenos a la razón como una, sino racio-emocionales; una verdad que insiste en relación (en razón) a una coherencia intrasmisible, autopoyética, y que para hacerse comunicable tiene que atravesar la paradójica condición de completo incompleto del texto-diálogo ficcional en la grande hazaña que tiene de hacer comunicación posible de esa imposible comunión: hacer resonancia significativa de lo íntimo, sin intentar llevarlo más allá, a la impracticable transmisión total del complejo emocional-cultural de un individuo a otro.
Aristóteles decía “todos los hombres desean por naturaleza saber”. Lo verdadero es el objeto propio de este deseo. Por compensación tensiva, suele desearse intuitivamente también saber-que-n0-se-sabe, conservar un espacio para la duda, ya que, básicamente, la actualización constante de la información pragmática implica la necesidad de especular constantemente en alguna medida con lo inesperado a cualquier individuo, ya como respuesta ante la hegemonía del marco totalizante de las referencias modernas actuales, como en la búsqueda de algún saber hacer como crítica a la hegemonía de cierta tesis entre las hipótesis subjetivas que esté barajando un individuo a favor de su capacidad de duda cotidiana, en el caso de que no pusiera nunca en tela de juicio las referencias hegemónicas de su cultura, e incluso, como instinto de supervivencia. Lo fantástico-ficcional-hipotético-utópico es el objeto lúdico de ese deseo, de ese sentimiento, el lugar donde especular, tener la certeza de la no-certeza como catalítico del ánimo y sus intenciones metódicas, lugar de habitación de las utopías; el saber que no se puede saber todo como auto afirmación y estabilización de la contradicción de cualquier toma de posición, finalmente.




Funciones y Esencias Contradictorias, Economía de lo Simbólico y lo Emocional.
Porque ese cielo azul que todos vemos
No es cielo
Ni es azul.

Hemos indicado que las contingencias conceptuales suelen ser dimensiones polarizadas de cierta presencia continua que las unifica: el centro deíctico que las actualiza en función a su receptividad cognitiva, tanto como a la funcionalidad de los conceptos entre sí, todo lo cual genera que, mediante un análisis de su pertinencia, tomemos posición o actuemos en relación a la apropiación de la tendencia hacia un lado de una gradiente tonal en el color-tiempo metafórico, del nudo de valencias contingentes, atenuando su resto: la atenuación del contorno para el resalte del foco y viceversa; estímulos que por economía simbólica a veces percibimos como una marca uniforme como con las fotografías a blanco y negro tramadas hace la visión.
En el campo de la conciencia euforia y disforia no resultan excluyentes, sino que se conducen en relaciones tensivas paralelas interdependientes, generando algunos cuadros típicos dentro de una variabilidad infinita. Cuadros maniáticos o depresivos suelen presentarse concatenados, revelando su estrecha interdependencia, pero solo la máxima polarización en el transito entre ambas suele llamarse así, digamos que las manías cotidianas o las depresiones comunes, no ligadas a la maniaco-depresividad suelen ser matices en esa gradación policromática de los eventuales estados de ánimo, que se ven compensados por otros movimientos del ánimo e impiden desarrollar la “enfermedad” de la espiral maniaco-depresiva. la policromía basada en la adición de tres colores en los impresos es otro ejemplo de la capacidad de esconderse de los estímulos de base, primarios, en función de cierta articulación que se hace con ellos, o en las elucubraciones freudianas acerca del inconsciente como ajeno al pensamiento consciente pero que le nutre y define en gran manera, postura revista por Lacán, quien también promueve finalmente cierta integración de las discontinuidades analíticas, por ejemplo al decir que el pensamiento simbólico siempre fue importante para el pensamiento científico, o emparentar el trabajo del sicoanálisis con la poesía.
El Sócrates del diálogo platónico con Gorgias, le exige a los sofistas que se definan en cuanto al ser o no ser de las cosas, interrogando a sus interlocutores todo el tiempo de este modo: ¿es o no es así esto? La retórica aristotélica pragmática es analítica, los silogismos y entimemas funcionan con ese paradigma de corrección. La ciencia moderna asumió estas estructuras como naturales al método de la razón “pura”.
La contingencia de tales estructuras no fue replanteada sino hasta la alta modernidad, como llaman a la cara pop de la posmodernidad, la económico-liberal, paralela a la posmodernidad académica, de la cual sus planteamientos suelen ser conocidos pero no llevado hasta sus últimas consecuencias por la recurrencia de reflexiones que no se permiten pasar de lo analítico-lógico hacia estatutos paradógicos en lo actual, a las relativas relaciones-desconexiones entre lo periférico y lo central en el pensamiento y en el mundo, sino que se interna cada vez más en el análisis y la atomización del conocimiento en la búsqueda de esencias puras del sentido, de lo real, lo uno y estable, etc.
La contradicción, lo múltiple, lo que es y no es, siempre fue el motor del intento de revelación de la metáfora; su prismática, que analizada por la retórica, el psicoanálisis y la filosofía del lenguaje aparece como la última esencia de la comunicación, pero ¿qué es por ejemplo para la retórica la metáfora, “las perlas de tu boca”? Pues entre otros movimientos, el que permite primero focalizar algunos semas del campo semántico de un término, p ej. perlas: blancas, brillantes, resistentes, naturales, mientras quedan atenuadas por impertinentes el resto (marinas, redondas, sedimenticias, etc.) para su movimiento hacia el término antípoda-simil en su tensión figurativa.
Análogamente la percepción y la expresión mediatizadas siguen el mismo patrón de focalización, por economía simbólica en la percepción se resalta lo interesante y se atenúa el resto. En la expresión propia, cualquier toma de posición implica la exageración de ciertos factores y la inhibición de otros contradictorios o paralelos para exteriorizar así en forma de diálogo una posición que, siguiendo la tensión discursiva, se polarice en relación a tomar una actitud ora cooperativa ora polemizante con nuestros interlocutores, sin que como ya hemos dicho sean excluyentes ambas actitudes, las que pueden cubrir matices de unidad a niveles profundos, como sucede en la polémica operativa, donde se está cooperando en cuanto no se coopera; es decir, se discute, se polemiza, se somete a juicio pero desapasionadamente, a pesar que se exponga pasionalmente en la superficie, o como en las competencias deportivas sanas, que “saben” que finalmente se trata solo de un juego; pero no solo es un juego, la apuesta anímica por lo que me parece ahora cierto, e incluso real, es la función de la toma de posición, pero esta debe ser vista también como no discontinua de la duda, es decir del agujero por donde se asoma la cara de un plano del complejo discursivo, del conflicto del pensamiento entre lo real, lo simbólico y lo imaginario, nudo con el que replanteaba la idea de inconsciente freudiano Lacan en sus ultimas enseñanzas, quien sin embargo al parecer persistió en la fragmentación en su crítica al estructuralismo, yendo hacia la polarización significativa total del vacío, de la ruptura del sentido con lo real como lo real último, aunque prefiero apostar a que, como poeta, sabía que debía exagerar para trasmitir significativamente su posición, su claro contrapeso al positivismo.
Sin embargo, estas primeras lecturas logicistas de sus palabras coadyuvaron a la pragmática socioeconómica capitalista en el contexto en que se proclamó posmoderna en una suerte de milenarismo de la banalidad, donde cualquier cosa puede ser dicha, o vendida pues ya no habría meta relatos reguladores, ya no se les necesitaría, pues tras el análisis “posmoderno” se le creyó posibles de extirpar, anunciando paradójicamente que en verdad no hay verdad, en el marco del vale todo más sofisticado del capitalismo seudo-liberal avanzado y su analítica alta modernidad, que no cede en su goce relacionado al purismo de un garante del supuesto saber, sino que lo sutiliza, lo vuelve estructura sin nombre, lo que retira las condiciones en superficie del ente que actua en referencia o en razón a un meta relato, el rol de sujeto filosófico, de protagonista de la historia, de actor político, de juez ético e incluso de creador estético ante la tacha del sujeto, en pro de las instituciones modernas estandarizantes, a través de la masificación de las diferencias formales y productos “individualizados” en torno a un único modelo de valor de cambio, controlado por las mega potencias financieras y políticas en pos de la acumulación de capital, en un doble discurso, que por un lado desde los posmodernos académicos que exigen no incurrir en un meta relato, cuando esa exigencia ya lo es de por sí, inconscientemente intenta perpetuar el modelo, y por el otro, el de los modernos seudo-pos (que suelen ser los mismos anteriores) que esconden el progreso dentro del egoísmo individual. El discurso que segrega las funciones del lenguaje es el mismo que separa a los hombres de los científicos, seres sociales, actores, poetas, políticos, filósofos, y si tal disección es posible en el campo del análisis semiológico no es el único sugerente en el campo antropológico, pues bien dice Luis Britto “El ser humano es, en efecto, un sistema de integración e implicación mutua de funciones y discursos: toda organización social no es más que un arreglo específico de conexiones entre ellos”. El mismo autor al final de su ensayo: El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad, llega a esta otra afirmación, con la que yo también doy por terminada esta elucubración, recordando antes que, en economía poética, oí por ahí que para hacer de un sentimiento propio algo significativo, estructuralmente hay que exagerar, pasarse… (“Yo digo la verdad, pero no toda…”: lacan p. ej. en Televisión) y bien decía Pablo Guevara, “Todos los poetas son unos exagerados.”
L. Britto: “En el momento cuando el discurso de la postmodernidad académica ha agotado todo lo que tenía que decir –o sea, nada- , la Utopía tiene la palabra.”




Una palabra no dice nada
y al mismo tiempo lo esconde todo
Igual que el viento que esconde el agua
como las flores que esconden lodo
Una mirada no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo
Como la lluvia sobre tu cara, o el viejo mapa de algún tesoro
Como la lluvia sobre tu cara, o el viejo mapa de algún tesoro
Publicado por daniel otoya en 8:14 0 comentarios
martes 28 de julio de 2009



eielson para la retorica actual


Función de los Campos Figurativos definidos por Stefano Arduini en el poema “2” del poemario Mutatis mutandis (1954) de Jorge Eduardo Eielson.


2

cifra sin fin cifra sin
fin cifra que nunca
principia
cantidad esplendente
cero espléndido

dime tú por qué
dime dónde cuándo cómo
cuál es el hilo ciego
que se quema entre mis dedos
y por qué los cielos claros
y mis ojos cerrados
y por qué la arena toda
bajo mi calzado
y por qué entre rayos sólo
entre rayos me despierto
entre rayos me acuesto


Para el análisis del poema 2, he diferenciado dos secciones definidas por su afinidad de focalización del discurso, tituladas la primera: “Dos y cero, lo mismo sin uno” (cifra sin fin cifra sin/ fin cifra que nunca/ principia/ cantidad esplendente/ cero espléndido), y la segunda: “Los límites: la cuenta paradójica de lo sin limites” (dime tú por qué/ dime dónde cuándo cómo/ cuál es el hilo ciego/ que se quema entre mis dedos/ y por qué los cielos claros/ y mis ojos cerrados/ y por qué la arena toda/ bajo mi calzado/ y por qué entre rayos sólo/ entre rayos me despierto/ entre rayos me acuesto) articuladas a su vez al énfasis común en sus estructuraciones figurales-argumentativas dentro del poema.

“La antítesis y la paradoja son el hombre” (Arduini):
Los Interlocutores:
El poema se presenta como un diálogo-monólogo del yo poético ante un alocutario implícito: el dos-cero, sublimado como concepto gozne y expresión antitética del ser sin límites, de la ex-sistencia, en la primera parte; el cual ante las preguntas sobre lo existente, sobre las cosas- totalidades, permanece en su nada múltiple, respondiendo como dos-infinito que niega el uno, o mas bien que lo reabsorbe en la antítesis del discurso de la cuenta-por-uno del yo poético que la realiza y a la par intuye el dos-cero, o el sin-uno, el no-todo, propio del campo figural de la antítesis, ese pensamiento que inquieta al interrogador como horizonte inasible tras los cómo, dónde y porqués de lo definido, de ese hallazgo-descripcion del estar “sólo entre solos” todo el tiempo de su experiencia en el mundo: la paradoja del solo-acompañado, del sólo los dos, o, en imagenes del mismo Eielson en el poema Solo de sol: “a solas con el sol”

“Cifra sin fin cifra sin” (Eielson)
Campos figurales de mayor abarcamiento: la antítesis y la repetición.
En el comienzo del poema, desde el título “2” en cifras y no en letras (dos) se nutre la figuración del pensar paradójico como revelador del énfasis antitético de su estilo: el dos es uno, es un número, es un interlocutor, es una cifra, y sin embargo se le revela como la ausencia de limites, lo no uno. Los demás campos aparecen en función al predominio de los campos de la antítesis y repetición. Analicemos pues la primera parte en función a los campos figurativos señalados
Primer segmento: Dos y cero, lo mismo sin uno
cifra sin fin ((uno-a) encabalgamiento de la cuenta, nótese cómo la continuidad-ausencia de coma interrumpe el conteo uno-a uno-b como “una” repetición y se abre a lo repetido múltiple que se multiplica)) cifra sin/ (ruptura que tampoco permite estabilizar el uno del primer verso, que se encabalga con el segundo, y a su vez es parte del segundo) fin cifra que nunca/ principia/, (nunca es primera, nunca comienza: lo uno de la cuenta de nuevo es reabsorbido por el encabalgamiento paradójico) cantidad esplendente (irradación, contagio de esplendor, de saber intuitivo del ser y de las causas confusas, sin límites) cero espléndido ( la fuente del esplendor: su no uno, su vacío pleno, su paradoja, su “hay un dos en el cero”)
Segundo segmento: “Los límites: la presentación paradójica de lo sin limites”
Aquí el yo poético realiza el diálogo, se propone preguntar a lo evanescente el porqué de lo constante; ante la intuición del dos, pregunta paradójicamente por una respuesta: porqué la repetición, la reaparición, la insistencia tan constante de lo uno, de la soledad, de lo claro y distinto, de las totalidades cerradas como el cotidiano aparecer de las cosas día tras día, aparentemente separadas del esplendor, de lo esplendente confusivo. La repetición sirve de motor para lo antitético de su planteamiento también aquí, donde cada uno representado es constantemente reabsorbido por su repetición en tono cuestionador (y por qué, cual, y por qué siempre así, de uno?)
dime tú por qué ( dos interlocutores)
dime dónde cuándo cómo (existencia en términos de espacio-temporalidad razonada)
cuál es el hilo ciego
que se quema entre mis dedos (¿qué es esto que toco y no me ve?)
y por qué los cielos claros (lo claro y distinto)
y mis ojos cerrados (sensación de completo)
y por qué la arena toda (un todo)
bajo mi calzado ( un yo)
y por qué entre rayos sólo (entre rayos solo: lo consistente de la existencia y yo… pero, ¿consiste un rayo o es una incitación, como la arena, a un pensamiento antitético?)
entre rayos me despierto
entre rayos me acuesto (uno que se hace dos, el solo que no esta solo, sólo con el rayo, o de nuevo, a solas con el sol: la trascendencia sin un mas allá de las revelaciones de lo paradójico cotidiano)
Publicado por daniel otoya en 9:11 0 comentarios
sábado 13 de diciembre de 2008



Blanca Varela, análisis retórico breve

No trepes sobre los hombros de los fantasmas que es
ridículo caerse de trasero with music in your soul 1
1.- Los Campos Retóricos en la poética de Blanca Varela



El primer poemario de Blanca Varela, Ese Puerto Existe2, según cuenta Octavio Paz en el prólogo del mismo, decide ella publicarlo casi empujada por sus amigos y un poco contra su voluntad, en una época donde el “canto” significaba para el cosmopolita círculo de artistas mencionado en tal prólogo la alternativa al grito, la prédica, el silencio: tres deserciones. El poema o el cuadro eran exorcismos, conjuros contra el desierto, contra el ruido, la nada, el bostezo, el claxon, la bomba, escribe Paz.
En estas reflexiones se encuentran cifrados varios campos retóricos pertinentes para entender con qué tipo de discursos este conjunto de artistas, incluida Varela, se enfrentó y también relacionó en su contexto de creación, las ideologías del “grito”, la “predica”, y el “silencio” tres absolutismos que les impelían por contrario a defender la vitalidad de la poesía en su carácter poderosamente catártico, agónico, paradójico, significativo, en una línea que hoy se puede extender hacia gran parte de su obra posterior (Y no habrá sido en vano que tu y yo / solo hayamos pensado lo que otros hacen / porque alguien tiene que pensar la vida3. Mariela Dreyfus y Rocío Silva-Santisteban En el prólogo de nadie sabe mis cosas4 señalan la influencia de este prólogo en las críticas en el tiempo de la obra de Varela, como referencia ineludible y casi forzosa, dado el prestigio intelectual de Octavio Paz. Este mismo prólogo abre luego, tal vez a destiempo de sus nuevas producciones, los prólogos de la poesía reunida que editó el Fondo de cultura económica de México en 1986 tanto como su reedición una década después.
La crítica de Octavio Paz se sirve de líneas que, en su esfuerzo por dar cuenta de ese primer poemario tanto como de su contexto, resultan demasiado deudoras de las metáforas estructurales de su propio estilo de pensamiento, sugieren, como el que ellas delatan apoyándose en un poema corto de Paz, Las Palabras, poema que da una versión de su poética y tras del cual la supuesta lacónica severidad expresiva de Varela es impuesta por su especulación, y ellas lo denuncian así: “otro de los ejes críticos que propuso Paz: verdadero poeta el que sabe callarse a tiempo”, y que ellas arrastran a la discusión para poner en tela de juicio aquella parte de la crítica tan comentada de paz; la contundencia de la concisión indicada no se justifica así desde la poesía de Varela sino resultan en función del prólogo de Paz, que le adosara primeramente una distinción entre femenina y mujeril, que se resuelve en la categoría de “verdadero poeta”, el de los dientes apretados pero que silba, no la subalterna mujer femenina objeto de deseo, sino la mujer valiente, un verdadero poeta, de paso firme y sin concesiones combatiendo la locura de la época que les tocaba asistir, y de quien, finalmente, dice sabe callarse a tiempo. Esta frase se leyó como en razón a la brevedad de la elocutio. Y es gancho para argumentar contra las categorías masculinizantes del lenguaje al que se debe Paz, el español, y que generaron la antipatía por tal categoría en nuestras exegetas, pero entiendo que él también fue conciente de la arbitraria reducción que ejercen las palabras, y la necesidad de despliegue del verbo como exorcismo del mismo, y de la economía de las paradojas como puertas de entrada a la recepción de una poesía compleja, abstracta, aparentemente fácil pero de significaciones múltiples, densa y, a veces, oscura5 (algo que no se dice, inclusive que se dice que no se dice: nadie sabe mis cosas). Me parece más justo con Paz entender el “saber callarse a tiempo” diferente de la idea de “quedarse callado pronto” en relación a la brevedad textual, y al poema que se nos ofrece como clave de lectura, sino más bien como la sugestividad y enriquecimiento poético resultante del no poder decirlo todo, la conciencia de que estructuralmente algo siempre se calla al servicio de la labor poética; que algo se resalta y algo se esconde en toda metáfora, en toda sinécdoque, en toda negación, en todo discurso; que a veces lo silenciado es lo que se transmite mejor, y también es lo que posibilita el dialogo como lectura ante la conciencia de que no existe lectura pasiva absoluta en la intersubjetividad. En esta dirección las libertades de la estética surrealista la nutren de un lenguaje onírico, escurridizo, proclive a las transformaciones, pero al igual que Westphaalen, Oquendo y más aun Moro, y Vallejo este lenguaje abstracto se mezcla con la búsqueda de la experiencia propia del caos y su unidad en lo existencial, que remite a la duda como esencia inesencial, paradójica, agónica, onírica y material, pero no lejana al pensamiento ni al sentimiento como factores en comunión con el sueño, con el campo retórico. Así su silencio no significa página en blanco si no “parquedad en las palabras, laconismo, estilo entrecortado, pausas, en definitiva, la paradoja del silencio poético, del silencio llenando la poesía.”6 La dimensión pasional e ideológica en el aparato analítico de Arduini, que recupera las primarias intenciones de la retórica aristotélica en el sentido sistemático de su análisis de los discursos, nos sirven aquí para encontrar referencias discursivas emotivo-contextuales que nos permitan observar por ejemplo aquel gesto de amor en la oscuridad que la poesía de Blanca Varela le sugiere a Christine Graves7.


1.1. Definición de Campo Retórico


Durante el curso hemos definido el concepto de campo retórico descrito por Arduini como una vasta área de experiencias adquiridas por los individuos y la sociedad, es decir inscrita en sus códigos y su emocionalidad. Hay campos retóricos amplios como el de la cultura francesa; y otros más restringidos como el de la poesía simbolista francesa, es cierto, como también es cierto que el campo retórico de la experiencia personal de Verlaine es más amplio que el campo retórico de las noticias de los hechos de Verlaine, o por lo menos son de otro orden y siguiendo esa línea cultural y experiencial, subsumo toda referencia biográfica de la que me sirva en mi especulación interpretativa a su condición de campo retórico; discurso formalizado inscrito en la semiósfera cultural participante de las lecturas posibles que me propongo plantear, en la distinción de que me refiero no a la vida real y plena como referencia, la que excede a cualquier representación, sino a lo inscrito en el discurso cultural de esas presencias vitales, como el discurso publico que hablare de las noticias de Fernando Szyszlo y/o Blanca Varela, o E.A.Westphaalen, o cualquier apelación al mundo de las experiencias de ellos, desde paratextos culturales tan impertinentes como esperados y cifrados intencionalmente por la enciclopedia de la inventio del yo lírico en el poemario en que me centraré para este análisis, Valses y otras falsas confesiones, que no intenta abstraer de forma absoluta nombres propios si no, visto desde aquí sin necesariamente forzar el enfoque inter-textual de la teoría de los campos retóricos, busca nuevas isotopías transgresoras, como también isotopías trasgredidas por alguna transformación: jugar con la referencia multiplicando los sentidos a través de su conciencia del quehacer poético como práctica social, adjunta a una necesidad expresiva autocontemplativa primordial, que se humaniza de contradicciones, es donde se juega la estética de Varela, que leída desde el campo retórico del curso evoca el estilo confusivo descrito por Bottirolli8, donde conjunción y disyunción coinciden y permiten hacer girar el sentido en varias direcciones dependiendo de qué se excluya y qué retorne en cada toma de posición ante la multiplicidad de giros que ofrece la reflexión especulativa en relación a los disímiles campos retóricos que puedan funcionar como referencia. En este punto el existencialismo, por ejemplo, ayuda para dar cuenta de sus dudas de fondo, representando el espacio mismo de la autocontemplación en que la propia voz escindida entre varias voces, personajes del recuerdo, trata de dar cuenta del mundo que percibe; constituyendo dentro de una misma conciencia la polifonía entre diversos personajes, pero siempre sirviéndose de la estrategia separativa de la lógica que se condice cotidiana como pivote de la sorpresa ante cualquier transformación inesperada, lo que hace que ese espacio de duda signifique la duda a niveles macroestructurales, es decir que te impulse a dudar, especular, jugar con el sentido como propio del sentido mismo de la intención comunicativa de los poemas de Varela, pero que a la vez, para funcionar te invita a apostar anímicamente, cada vez, intuyendo la fuerza de alguna certeza fundante, lo que no impide relecturas con diferente ánimo en diferentes momentos, pero en relación a alguna revelación siempre latente, pero a su vez siempre incierta..
Carlos Germán Belli, Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Washington Delgado o el recientemente fallecido Jorge Eduardo Eielson, son los autores que desde la poética de los 50 debieran dar cierto campo retórico pertinente, sin embargo Blanca Varela fue una voz un tanto independiente. “No quiso entrar nunca en la polémica entre "poetas puros" y "poetas sociales" que lideraron algunos de sus componentes, se situó al margen y, a lo largo de una obra más bien reducida, se aventuró a la búsqueda de un lenguaje poético propio” dice de ella, como otros críticos Eva Mará Valero Juan9. Sor Juana Inés de la Cruz, San Ignacio, así como Simbolismo, Neo-modernismo y otras corrientes involucradas en el campo retórico correspondiente a su producción, funcionan como claves de lectura que permiten revelar parte del complejo de sus influencias, y a través de ellas figurarnos las intenciones de su poética, pero como se puede ver las identidades solo resumen puntos genéricos que no hablan de la especificidad de su discurso, que se delinea en la dirección resultante del esfuerzo identificatorio, en las diferencias e innovaciones de su particular estilo discursivo, en cómo opera con esas influencias, cómo las hace funcionar en su sistema, yendo de ida y vuelta del misticismo al escepticismo y dejando en el medio de ese transito la estela de un poema que transmite aquella situación y que te invita a buscar en direcciones contrarias o asumir la disolución de las distinciones en un movimiento que aúne ambos extremos, como que el anular las referencias hace que estas mismas salten del fondo, reclamen ser tras el torvo juicio de la luz (no ser), reclamen la trascendencia para la materia misma, para el cuerpo ciego.

2.- Los campos figurativos en Valses y otras falsas confesiones10




La estructura del poemario nos plantea una división básica bipartita, división que no anula la función metonímica entre ambos segmentos del discurso poético, sino que la plantea. Valses y otras falsas confesiones nos presenta primero Valses, ocho poemas que se relacionan con un primer poema no cifrado en el índice del texto de la poesía reunida que contiene en mi lectura a tal poemario, lo que le da un carácter ambiguo y a la vez preambúlico, como clave de lectura, al estilo de la función del título, pero en este caso extendido en un discurso doble que analizaremos con detenimiento más adelante. La segunda parte, Falsas confesiones contienes seis poemas, en los cuales aun Juana Inés resulta gravitante para su cosmovisión, al nivel de su reflexión acerca de las percepciones y la fuerza del discurso de género que va abriéndose camino desde su compromiso cultural, los estudios de la poética de Safo, de Sor Juana Inés, de Varela releyendo a Varela misma, el discurso de género como estilo de pensamiento en boga con muchos representantes en la segunda mitad del siglo veinte, que reflexiona acerca del asunto de género, de su especificidad; a los que ella se aúna. Este tono se mezcla con otras reivindicaciones, la de los niños, la del sueño, del juego, la del hambre metafísico de algo físico y ciego, de eso que se nos escapa con la misma intensidad de flujo con que nos toca.


2.1. Definición de campo figurativo




Seguiremos aquí el modelo metafigural de Botirroli, quien es la última referencia del curso de retórica que hemos llevado, utilizando las categorías de sinecdoque como campo de la inclusión, metáfora como intersección, metonimia como campo figural de la contiguidad, y la negación como la provincia de las inversiones, así nos preocuparemos de las tendencias en la poesía de varela hacia alguna de estas provincias figurales como modo de descripción de su estilo, pero a sabiendas de que los cuatro campos figurales son estructuralmente necesarios para la significación de cualquier discurso y de que aunque existen las distancias entre ellos, sus barreras no son absolutas, esto siguiendo el tipo de razonamiento utilizado para desacralizar las divisiones analíticas, la voluntad esquemática que distingue fuertemente a los discursos en casilleros estancos, a los campos en espacios de exclusión.

Los campos figurativos mayormente recurrentes en el estilo de este poemario son los del campo de la negación (el oxímoron, la paradoja, la ironía y la antítesis), que se traduce en figuras retóricas que dan cuenta del trabajo que llamaremos lógico confusivo, de sus representaciones, que permite resaltar la duda como evidencia de la existencia a través de la agonía, la nausea, el nos saber como un saber inestable, una apuesta contradictible, unas mentiras verdaderas. Aquí la presencia de la idea del sueño se nutre de los otros tres campos figurales para sus transformaciones, se abre como el espacio donde la mirada resulta siempre sueño, divagación, reclamo, como de quien sueña despierto o recuerda un sueño, explotando la ambigüedad del monólogo-dialogo en la utopía del sueño, donde todas las voces y las presencias devienen intensiones inextensas, volátiles, oníricas, pero también reflexivas, nunca anárquicas, más bien sí misteriosas, sutiles, carnales, con temor a salir a la luz y su torvo juicio, despertar y tener el sol arriba, o tener el sol arriba y estar despierta como un desconsuelo de días de pesadilla que le hacen retornar al sueño. En este sentido la lectura de Valses, poema que titulo así por metonimia, puesto que me parece un poema intitulado, o una extensión o explicación del título, resulta la base de algunas de las líneas con las que se encuentra uno recurrentemente durante la lectura. Los dos espacios de la enunciación paralela de sus dos discursos de motivación diferenciada se aprecian desde este poema como una presencia y un saber confusos, “Cuál de tus rostros amo/cuál aborrezco?/¿Dónde nací/ en qué calle aprendí a dudar/ de qué balcón hinchado de miseria/ se arrojó la dicha una mañana/ dónde aprendí a mentir/
a llevar mi nombre de seis letras negras/ como un golpe ajeno?”11, también la otra enunciación se hace de la mentira como signo, pero como segunda voz, aparentemente frío y con pocas intensiones al reclamo o a la compasión, con una inclinación a la apreciación estética, y una alusión a la figura de un hombre que vive un poco desconectado de lo que no aparece estéticamente ante él, como huyendo de una reflexión mortal, de ese otro lado donde alguien lo reclama, lo invoca, lo imagina caminando indiferente a ese reclamo de muerte que se cifra en su entorno, en la suicida, en el peligro del asalto, ante un mundo defectivo, cerrado, de sol débil pero que al final se contradice en una mentira apática, “-good morning mister Szyszlo/ -Buenos dia Joe./ -nice weather! /-Sí Joe.”12 Es un lindo día. Esta voz contrasta con el carácter entregado al otro, al reclamo del otro en la voz femenina, “hoy prisionera en tu vértigo gris/ dentro de ti / no sé si te amo o te aborresco/ el rosa exangue de tu carne/ tu degollado resplandor.”13 Sin embargo se construye un hilo entre ambos lugares relacionados con el sol y el cuerpo en el mundo en relación a este. Dice la primera voz afiebrada por un canto y la nostalgia del hogar: el crepúsculo que llega siempre al lado del corazón (izquierdo solo cuando uno mira hacia el sur), y en la segunda voz, que dice sentir que el cielo era más oscuro a su derecha (mirada al norte). Este desencuentro también habla de una relación tensa y extensa. La relación con la nostalgia de la voz masculina se cifra en unos versos flotantes que son frases melódicas aparecidas entre comillas y que aluden a los valses y que le da letra al silbido, revelando un discurso contenido, abolido, no simbolizado dentro de la prosa que discurre pensando solo en otras cosas, pero estas frases flotantes sugieren un canto profundo y silencioso, mental: “mi noche ya no es noche por lo oscura”, “juguete del destino”, “tu débil hermosura”, “en tu recuerdo vivo”14, todas apuntan a una relación del pensamiento con estos cantos populares, que describen por él en la voz ajena internalizada lo que no quiere ser descrito desde su propia voz. Pero todas estas voces se subsumen en un sueño donde resulta la voz del otro, su voz efímera, una extensión de la primera, que describe su proceso de aparición y desaparición de su entorno del otro que no está. “Naces como una mancha voraz en mi pecho/ como un trino en el cielo/ como un camino desconocido./ Mas luego retrocedes te agazapas/ y saltas al vacío/y me dejas al filo del océano/ sin sirenas en torno/ nada más que el inmundo el bellísimo azul/ el inclemente azul/ el deseo.”15
Otra isotopía que se despliega durante los poemas tiene que ver con su crítica y oda a la mirada y al sueño, con la queja del sueño y las mentiras de la imagen, del color, el color que resulta la herramienta del otro, la presencia del otro que parte de una posición sublime que resulta confusamente desacralizada, y con ella se desacraliza al otro que ocupa el rol del Gran Otro, del garante del sentido que de pronto garantiza un martirio, impiedad y estulticia, Gran otro desacralizado, que de pronto se vuelve una imagen solitaria que se da cuenta de sí misma, de su auto tortura, de contener en ella misma y en ningún lugar más que en sí eso que siempre se le enfrentó como ajeno, al Dios loco que la perturba y le impide la trascendencia hacia lo ciego, hacia lo oscuro, hacia donde nacen las palabras que el amor ilumina. La apretada boca de Szyszlo, su relación con los colores rojo, negro, azul, amarillo, la poética pictórica que su obra presenta en el campo retórico de la pintura peruana se aprecia incluida desde el inicio, en el tercer párrafo como recapitulación: “Porque es terrible comenzar nombrándote/ desde el principio ciego de las cosas/ con colores con letras y con aire./ Violeta rojo azul amarillo naranja/ Melancólicamente/ Esperanzadamente/ Absurdamente/ Eternamente.”16 y funciona como el origen de los colores, del mundo, donde todo le pertenecía en ese cielo, pero el reclamo se estanca nuevamente, en la duda, “no se si te amo o te aborrezco”17 , y culmina feminizando su recuerdo con la imagen de una madre obscena, a quien a su vez se ama y se aleja “leprosa desdentada/ mía.” 18
En Vals del Angelus, al igual que el texto anterior los datos finales le dan un giro a su sentido que obliga a mezclar dos lecturas, una primera sin esa clave y otra que se genera en torno al dato que faltaba, la primera te revela el nombre famoso y masculino de aquel personaje muy al final, inesperadamente, así también en Vals del Ángelus el interlocutor se transforma al final del texto, el otro resulta el reflejo del yo, ese otro que se ha relacionado con un hombre que deviene el hombre o los hombres y representa el control, el dios de la tierra, el predestinado estiércol en que ella percibe su parentesco con eso de lo que reniega. En Nadie sabe mis cosas la incertidumbre es reforzada desde el inicio con una dedicatoria vaciada pero presente, la letra carnal señala la relación entre el pensar y lo físico como cosas aproximables pero diferentes, haciendo recordar al ascetismo y al misticismo, pero en el tono que Rimbaud preferiría.
Publicado por daniel otoya en 5:34 0 comentarios
Etiquetas: poesia busco
viernes 7 de noviembre de 2008
amig@s

me complace invitarlos a entrar en www.elarbol.cl
donde está la brevísima antología de poesía peruana actual.

abrazo latinoamericano
Gladys
Publicado por daniel otoya en 14:27 0 comentarios
domingo 26 de octubre de 2008
yo

la sugestion de lo concreto