lunes, 23 de marzo de 2009





ESTABA EN LLAMAS

Había una mujer desnuda. Líneas vacías, transparentes, dibujaban sus ideas. El panorama desde sus ojos era un agujero cóncavo lleno de verdes, grises y ocre de ladrillos. Imaginaba sus orejas, la gradación tonal del cielo entre dos negras palomas. Vió algunas personas conversando. habría caminado si aquellos ojos no la hubieran afectado con su sueño, le habría pedido perdón al pasto por no interesarse, y hubiera ido; pero su espalda, apoyada al tronco de un árbol, no quería perder su opresión, ni animarse, ni pensar. Y sin embargo, la belleza de la sombra del árbol bajaba de una rosa de recuerdos de otro día de suelo de sombras difusas que le hacían recordar algo malo en sentir el peso de tantas nubes, pero daba igual. Líneas blancas, palabras, voces, discursos que se repetían. Difícilmente una mancha púrpura, una insólita gota de color púrpura estrellándose en los ojos abiertos; soñar era mejor, era esa gota coloreando la lengua de un perro devorador de moras. Soñar era estar desnuda, cambiar y pensar pero no mucho en algún no muy claro deseo, queriendo que aparezca en verdad algo puro, algo propio; bello e innecesario, pero natural.

Mi triste Apolo, no muerdas la madera, Dafne ya no siente. No claves tus ojos en estos círculos que se suspenden; vuélvete del lado de su madera o derríbala con susurros, mi triste Apolo. No cedas al clamor de voces como las mías, mi confuso persecutor; Dafne quiere oírte, ella entrecierra los ojos en la savia, clava en su corazón la imagen de tu dolor y regocijo en el éxtasis de sus dedos secretos. Pero no te lo dirá ella, Dafne se ha perdido entre las hojas. Oye mi voz que es la de ella y no es, que escurre mi mirada por su espalda, crispada de deseo solar, que ve nuestros cuerpos lejanos en la escena y que aconseja, Apolo, no oigas otras voces. Ansío seguir oyendo tus insípidos jadeos y mis dulces secretos alrededor de nuestros cuerpos, sintiendo lánguida que así estás bien.

...Mirando por la ventanilla del automóvil, rumbo a la casa vacía. Había un árbol. Tan sólo duró unos segundos. Desapareció. Desapareció como todo, exceptuando la luna, unida a esos ojos, interesada en mirarse, confundida. el auto doblaba una esquina. La luna aparecía quieta detrás de él. Los pies le temblaban cada que veía el rostro de hombre que había adquirido aquel hijo que ahora lo arrastraba al volante.
Volvió el árbol, acompañado esta vez de un farol de luz ámbar. La escena había perdido gran parte de la belleza que contenía. Segundos luego eran unos niños desnudos. Dormía. Padre.
Padre... la casa, recuerdas, no tiene la apariencia que antes había tenido. Los claroscuros del día que comenzaba aligeraban la impresión del recuerdo de la noche en que la abandonó. El niño corrió hacia el segundo piso y le saludó desde la ventanilla del automóvil, papá, papá. Despertó. La luna se movía. El marco iluminante de la pintura resaltaba su ausencia en la expresión del hombre.
María se reprochó. Urdir tan a menudo; a cualquier estímulo... pero esos ojos revelaban la luna en su resplandor: quizás sólo un recuerdo.
Pasó al siguiente cuadro, uno que era suyo. Le fastidió estar relacionando cada imagen, cada escena, con el desarraigo, la fugacidad del tiempo y la terquedad de la Luna de esa misma noche, la que, a pesar de acelerar a fondo, nunca pudo dejar atrás. Alguien le preguntó por lo que intentaba expresar en este cuadro. Fingió una respuesta positiva. Le daba pena confesarle a ese extraño que ahí ella presentía, pero no presentaba los brazos de Mamá Eva.
El hombre se fue. Mirando por la ventanilla del automóvil. La frase estaba escrita en el papel. María lo dudó antes de arrugarlo. Arrugó la servilleta y la dejó junto a la tasa. Hubiera querido aplicarle una pincelada violeta.
Luego que salió del brazo de André y se internó en los nuevos colores que le llovían desde la noche, dejando sin anhelo ni rencor el ambiente de la exposición, hubiera querido algo de amor expuesto, pero sabía que Andy por estos tiempos no podía más que fingir mal.
Lo hirió confesándole ciertas recientes infidelidades. Que boba, se dice a la distancia. André no estaba de acuerdo con ella, no podía. Quería liberarse de su amor. Por el momento actuaba tranquilo, pero no podían despejarse las tantas declaraciones de aquella noche. Entonces, para no causarle más dolor, ella lo dejaba tranquilo; manejaría, ya que ella no limitó las copas y era mejor.

Habían algunos autos afuera cuando llegaron a casa.
Esos amigos la dejarían ebria antes del amanecer irremediablemente, así que los evitó; al menos por un momento. Arriba, sola, pensó en llamar a algún amigo que fuera también su amante. Pensó en la cara deprimida de Piero, y logró decidirse por el violeta y por Astor, sabiendo rencorosamente lo consuetudinario de aquel intento por no serlo. Esparció el color, esparcía una manta, una sombra, la irritación del champagne, su necesidad de afecto a flor de piel. Cambió la línea recta por una onda, mientras decidía dejar de pintar. Recogió aquella onda en el cuerpo y salió de su Atelier. Bajó a la sala, donde encontró que la niñez convulsionaba plácida sobre la estancia. Se presentía la luna ahí tb.


ESPERANZA

Las pisadas saltaban cuidadosamente sobre las liniecitas del cemento cuadriculado; no querían perder. ¿Qué pasó?. La plata se le terminó de ir en una esquina criminossa y con ello las liniecitas, olvidadas, volvieron a su habitual hipocresía (Radio Bemba, cero, cero punto cero)...pero no por mucho tiempo
Tic tac, tic. ¿Qué hora son mi corazón? Las pisadas parecen un buen tema, por lo menos quedan bien con las esperantes orejas con que la espero (doce de la noche en San Salvador, el Salvador), con el friecito de la calle (once de la noche en Managua, Nicaragua), porque tic tac me gustas tú. Me gusta volver, me gustas tú. La noche...
"Las pisadas saltaban nuevamente las liniecitas, ahora para atrás, pero por lo menos las saltaban " nuevamente. Que voy a hacer, je ne sais pas)"
(Cuatro de la mañana) (Radio Reloj: cinco de la mañana, no todo lo que es oro brilla) Latear, latear. A ver como si en Rayuela (nos engañaron bay bay bon). Doblando la esquina uno sólo se topa con más frío (próxima estación: Esperanza) tic tac las novelas son basura. Mi vida, lucerito sin pena, mi sangre de la herida, no me hagas sufrir más. Sudan las axilas de la bella así el narrador no quiera comprometerse, se le ocurra mentir, o jugar a ... Tonterías, basta ya. (aquí no pegamos los ojos): Mi vida, charquito de agua turbia, burbuja de jabón, mi último refugio, mi última ilusión...
(ese puerco estaba llorando) (pos)
(...infinita tristeza)
(PUM PUM)
Tic tac, burub burub berebep, tic tac, I’ven trapp By love. Rojo, crucemos. El problema de saltar liniecitas es que están por todos lados. A veces muy juntas: Antropometría, Le Corbusiere. Cuando la vea se lo comentaré (y no será nuevo, de nuevo). (sopita de camarón, se la lleva la corriente,) ahh... que se la lleve!
Por todas partes, iba pensando. Lo peor es en el parquet y en las películas holliwodenses que me niego a afrontar que me gustaron, por pura pose: incluida la inoriginilidad, me cago en eso. Mmm... por decir algo, claro está. Subiendo mamá, va subiendo la marea, subiendo mamá, vamonos ya.
...Puede ser, quizás es mi culpa; porque un verdadero homme... tein muitos homens dice la chica de esta canción, qué joda; soy el único enamorado (aplausos). ¿Y tu quique?
(te espero siempre mi amor)

PARQUECITO CON CAFÉ

La vida da tantas vueltas que resulta jocoso lo parecidas de algunas experiencia a otras. No solemos aprender de nuestros errores; nos topamos con el mismo cielo gris tarde tras tarde y no comprendemos lo inútil que resulta ya deprimirse.
Yo mismo ayer me dije que no iba a sentarme a escribir, y aquí me tienen, engañándome un poco para ser feliz. En fin. Dos lindas chicas toman helados en una mesa cercana. Miro mi humeante café y las envidio. No, no las envidio. Hace frío. Pero sonríen. Imagino sus blandos senos fríos, acurrucados pobremente, cuchicheando; casi se diría que sonriendo, gozando también del helado...
Hay un hombre de saco y corbata leyendo el periódico, y veo también un par de señoras comiendo galletitas, mientras comentan algo que pasó hace mil años, pero qué gracioso sigue siendo. Pocas veces se dejan ver grupos tan corrientes de personas, como nosotros. Este tipo de escenas en literatura se creían perdidas.
Ahí esta paloma. Viene hacia aquí, de su modo siempre extravagante.
- Hola -me dice.
- ¡Paloma ! ¡Blanca Paloma de la Paz! ¿cómo estás?
- ¿No puedes buscar frases menos gastadas Daniel??
Ya se parece a Reinaldo, sólo que el peinado de él es aun mas acartonado.
- ¿Qué haces?
- Nada
-¿Para variar, Daniel?
-Sí, igual que tú sigues andando desnuda.¿No sientes
frío?
-Pero si hace tanto calor¡¡¡ -me dice -Tanto que se me
antoja...
- Helado, ya se.
- No -dice, jugueteando con las migajas de mi pan. -Pensaba en la playa.
- Tu desnudez quedaría mejor.
- Mi desnudez es cosa que no te incumbe.
Ella comenzó a mirarse. Se estudiaba detenidamente.
- Sabes -le dije- estuve pensando en las vueltas que da la vida y esas cosas.
- Ah si? Y yo pensaba en el mar -respondió- me gustaría ser Gaviota...
- Pero naciste Paloma y punto. Ahora dime lo que opinas...
- ¿sobre qué?
- Bah, olvídalo. Sabes, estaba deprimido.
- ¿Aun finges sensibilidad?
- ...Definitivamente has venido joderme.
- ¿Joden señor las verdades ?, bueno, pues me voy.
- No, no te vayas. Creo; quizás en el fondo vine sólo para encontrarte.
- ¿Me vas a hablar de amor?
- Basta, hablo en serio Paloma.
- Lo siento Daniel, me aburres cuando te pones serio.
- ¡espera!...
¿Y ahora que? Sé fue quien esperaba yo sin saberlo, y sólo me ha dejado flotando en el aire una pluma que cae lentamente; como esperando que el viento se mueva, que la luna se esconda, que el cosmos se distraiga, para seguir cayendo. Pasa frente a la mesa con las chicas, y pareciera que la mesa descansara sobre la pluma, y quizás siempre lo ha estado. Ahora pluma y mesa caen suavemente juntas; están apunto de tocar el piso, mi café se enfría: me voy.¿A donde? A casa...¿y? pero...
donde está... ohh ya veo, debo caminar derecho derecho por donde voló paloma y llegaré a ella. La pluma fue a propósito. En el fondo me quiere tanto como yo.
Cruzo el parque y subo a la vereda. Todas las casas se ven semejantes. La vereda acaba y cruzo la pista hacia la otra vereda. Me detengo ante una ventana. Ya no hay más calle y si me desvió me perderé... tendré que entrar por aqui. Las paredes interiores están pintadas de blanco, y hay muebles que se ven muy blandos; está tan tibiecita...Cuando llegue a casa, sugeriré mudarnos aquí. Sandra estará contenta, y yo viviré en blanco.
-Daniel, ya está servido, siéntate.¿Encontraste
el párrafo que te pedí?
-¿Ah?... no, Sartre me confunde. Este...¿Vivimos
aquí?
-Vaya pregunta boba la que haces. ¿Qué has
hecho entonces en este rato?
-No sé; creo que ví a Paloma...


MONOLOGO DE LAS TINIEBLAS

¿Razones para desconfiar ? - No, parece que hay tan pocas como para confiar. ¿Razones? No confió en la palabra confianza; ni confió en mí,como es razonable, obvio, pero, es que... Tiene algún sentido preocuparme por ayer, ella, mi vida, la realidad? –me gusta el arte porque me toca a veces sin palabras, o me mueve sin sentir la necesidad de oponerme; pero las razones, la vida...
Esta realidad me hace mal: me enseña el mal tan sólo para venderme su bien. Solo algunos viven cosas abandonables, como los que sueñan catárticas implosiones para seguir luego con las palabras que tanto estorban, sentirme mal; pensado en ayer, hoy, en el tiempo… en derechos de felicidad sin razones para conseguirlo, ¿Derechos? Aun veo las razones para como trampas, así que veo mi trampa y la quiero e igual sigo como todos, ayer, confiar en como es, ella, en como soy o lo que quiero o que mierda hacer sin decir mierda, pensando que no quiero enredarme más, que quisiera poder olvidar las intensiones, los rodeos, las mentiras verdaderas.
Quisiera educarme, criarme amante de los pastos, del cielo, que no me doliera el sol, o la desnudes, que amara todo el tiempo la cosa que no conozco sin pensar en la distancia, bailando, pero que cada que imagino esto alguna cara se me cuela, alguien baila junto a mi e igual que aquí en lo compartido, deseo que me ame.
De niño era feliz. Cada que aparecía el mundo no pensaba tanto en las sonrisas que las horas se llevan, a las que el mañana no importaba, tenia tiempo bueno, y para desconcentrarme, veía. No , - No era feliz... El rey Arturo, la llovizna, las mandarinas (¿Ser feliz?), recuerdos sabores complejos. Las caras no son buenos signos para el alma, no puedo escribir este fui (este fui) por que me duele el cuerpo, por que tarde- (muy tarde) nos dicen que nada tiene sentido, pero no me rindo, tarareo, no quiero vivir sin antes haber amado pero tampoco quiero morir de amor, calaveras y diablitos... ¿Cómo así tiene sentido lo que pienso? Necesito. Voy... hacia un lugar donde nadie me espera; ¿no puedes detener tu mente-nadie? -deseo todo para no quererme, pienso que sólo puedo perderme en el sentido del sentido, y sólo pienso. Ni siquiera intento leer lo que va quedando escrito, ni entiendo bien porque (Yo) lo hago. Estos impulsos no deberían molestaros.. dudo, no quiero relatar historias; no argumento, no intento, estoy quieto?? escribo y nuevo uno, dos tres despierten! del profesor.
Escribo y muero en la pizarra. Me duele la barriga. Y nada de lo que traen estas palabras crea belleza para mi. Temo no poder más con la ficticia importancia de todo esto. ¿Por qué no se detienen un poquito? Bajo ellos...
Como decir
Que cuelgo de mi garganta
¿Lo ves?
...viene ¿qué pasa?
De mi garganta. Sufro lo de siempre...
Desquito
En las luces
los ratos que paso bajo ellas
contemplándolas
meciendo a mi difunto animal en mis brazos como aliento.
temo perderme.
Casi no veo más allá de mi llovizna
pero no basta
¿cómo decir que cuelgo?
Y tener que decírselo a este cadáver pensante que me seduce con su elemento.
Como entender que los días de pesadilla son los que me hacen regresar al sueño
bajo ellos
entiendo que quiero olvidar que estoy bajo ellos.
Temo perderme.
Pero no basta, llega a mi garganta
se aferra en el lado que soy débil
(que suele aparecer), pero, de donde viene ¿Ves?
yo soy
o es la persona que me han criado, todo lo que se me ha colado, la acritud de mi boca, la letra junto a la letra que se desprende de mi mirada, fracasada al introspeccionarse esperado hallar vacíos, que encuentra las malditas letras para desquitarse del tiempo, para doblar la exactitud de lo aparente, siempre incompleto siempre parcial, en un patético intento de olvidar que los sentidos necesitan vida, conceptos que bailen sobre el tiempo, mis emociones para ti...
yo también solo sé de mis zapatos y no sé.
...calaveras ay dios, mi mente.
Sufro lo de siempre



Berenice


Rumbo a la cuarta cerveza me di cuenta que inevitablemente iba a terminar en casa de Berenice.
- ¿Y? ¿Qué opinas?- me preguntó Violeta.
- Bonito, ¿no tienes más?
- Sí, acá tengo unos que no quería mostrarte.
- ¿Y por qué? - pregunté.
- Bueno, a veces eres complicado y mis poemas...
- Si fuera otro tipo de persona, me ofendería -le dije
- No, no quise, tú sabes, tonto. ¿Otra cerveza?
Rumbo a la sexta me doy cuenta de que en el fondo no quiero ir. Berenice parece demasiado enamorada, y eso me jode. Lo más probable es que deje de salir con ella, aunque no me la haya tirado todavía.
- Por eso también me enternece la bondad, lo que emana bondad en su belleza, como las flores, tu sabes. Lo cristalizo en estos versos -insistió.
- Llegó Charlie.
- El también es poeta ¿no?
- Sí, pero él es de los malos -dije.
- ...será por eso que publica -dijo mirándome.
No he leído mucho a Charly, pero es mi amigo. Se tira a más chicas que ningún poeta que yo conozca, todas sucumbidas por las desgarradas imágenes amoroso-sado-diabólicas, que he oído, pueblan sus escritos; ayudadas, claro por su facha de surfer-siempre-seco.
Ansiosas o no de cultura, ellas tienen casi siempre como único vínculo en común su escasez de ideas, últimamente exprimidas hasta el límite, tanto como sus piernas. Charlie me acaba de convencer de ir con él a una dudosa fiesta donde dice, nos esperan (lo esperan) alocadas admiradoras de los populares dizque escritores post BOOM latino y ese rollo, que a falta de mejor sonido, andan haciendo derrotados PLAFF. Me promete harto trago y buena marihuana, " siempre en busca de la desubstanciación total del arte, mi hermano", y yo mejor no digo nada. Esta pequeña ciudad se retuerce a nuestros apostólicos pies y sin embargo, ni mis tíos más queridos me han leído.
Quizá porque tienen mucha suerte.
La fiesta no es cosa del otro mundo. Chicas bonitas que andan por ahí alzando y exhibiendo sus culitos pretenciosos y sus sonrisas bobas. Hace rato nadie se me acerca. Todo porque no aguanté y mande a la mierda a una que me pidió que le recitara un poema de Charlie. El ahora debe de estar en algún cuarto de allá arriba con una o dos o tres mártires de la cultura. A mí me van entrando ganas de romper bocas; y nadie se me acerca más que esta gordita que parece la dueña de la casa y que, lo noto en cómo me mira, está decepcionada y quiere que me vaya.
Pues me voy.
De vuelta a mi dilema primigenio, Berenice. Ella es profesora de inglés en algún sitio, y llega a su casa a las once de la noche; hace unos minutos. No le aseguré que iría, pero ella sí me aseguró qué me esperaría. Mi plan era meterme en ese conversatorio hasta que me botaran, pero la injusta lucha entre una linda chica que sólo hablaba sobre lo Mágico-Real-maravillosos-fantástico- Etc., en aquel sensibilísimo relato y el viejo pelón que sólo encontraba en el mismo relato ideas políticas trascendentales, testimonios del dolor de una generación e inapelables conclusiones, me obligó a escapar. Charlie me ofreció su apoyo a través del teléfono. Me hizo esperarlo demasiado tiempo. Pude haberme ido, pero aguanté estoico el discurso de esa mi empeñosa comadre que a fuerza de cocachos quiere volverse poeta. Si fuese cuestión de empeño, ella sería mejor escritora y yo...bueno. Pude haberme ido, ¿pero a dónde?
El tiempo confirmó mis sospechas. Estoy subiendo las escaleras del edificio donde vive Berenice. Estoy frente a su puerta, y ella, que lo sabe todo, me abre, me recibe con un beso tibión, muy de ella, y me hace sentar en un sofá que me parece japonés, pero seguramente me equivoco. Mesitas de madera, cortinas impecables, digna casa. Comienza a sonar un compacto de Jarabe de Palo que sabe a ambos nos gusta. Por suerte no saca ningún vino, ni hay velas, ni cena en la estufa. trae un par de cervezas y sé que me conoce demasiado. La jalo hacia mí, nos perdemos en el mullido rincón oriental.
- Has estado tomando.
- Tú también.
Es fácil de abrazar, se agita suavemente, pone sus dos manos sobre mi pecho y empuja porque intento meter las mías bajo su ajustado pantalón de tela. Forcejeamos y caemos a la alfombra.
- Tráeme otra cerveza.
- Pero es la última.
- Lo prometo.
Nuevamente intento sumergirme entre sus piernas. Trato de hacerlo lo más delicadamente posible, pero me siento un completo mamut. Ella se levanta, la persigo y la arrimo a la pared.
- hey! ¿Eres tan apasionado siempre?
- No sé.
- Pero yo sí se que esto no durará.
- Te equivocas.
- Eres tan distinto, pero insistes en destruirte.
- Eso sonó romántico de más, te estás dejando Llevar.
- Déjame ver el dolor o quítame la vida, con tu Boca.
- No cantes, nunca seré un diablo poeta.
- Déjame ver el dolor.
- Berenice.
- Tú no eres real, debo estar soñando, debes ser una especie de ángel, entonces…
- ¿Un ángel con botella?
- ¿Por qué estás aquí?
- Quería verte.
- Si es todo, vete, ya me viste.
- No soy un títere.
- Titiritero. Viene de muy lejos, cruzando los viejos caminos de piedra, y es de aquella raza que de plaza en plaza, nos canta su pena...
- Bere...
- Titiritero, ¡Allez hop!, de feria en feria, siempre risueño, canta sus sueños y sus miserias.
- No cantes, escúchame.
- No quiero escucharte, no me vas a convencer, ya no me importa el que me vayas a dejar.
- No quiero dejarte.
- No mientas, me haces más daño.
- Yo no..
- Calla. abrázame así.
- ¿Así?

Avanzamos por las paredes hacia adentro por el pasadizo. Le quito la blusa. Recorro sus nalgas mientras ella se quita el sostén. Yo la toco, la beso, la busco, y ella cede. No sé muy claramente si está asustada, si le gusta o no, o si lo hace para complacerme, pero hay algo extraño en el temblor de sus piernas siempre acrobáticas.
- Soy virgen.
- (...)
- (...)
- No, sólo confía en mí.
- Ay, me pides imposibles.
¡Donde está Arjona cuando se le necesita¡ ahora soy yo el siente los nervios; pero ella, que lo sabe todo, comienza a desnudarme. La cargo, la llevo a su cama y terminamos de desnudarnos. Nos amamos PARA SIEMPRE durante ese tiempo. Yo sujeto a mi virgen dolorosa, y me siento más despiadado que nunca, gozando de sus sacudones y aleteos incesantes, como un ave degollada y prisionera, quejándose de placer hasta quedar rendidos, uno junto al otro; y sé que debería abrazarla, ahora que llora, pero no lo hago, recojo mis cosas y me voy.
Llego a la fiesta y me dicen que Charlie aún anda por ahí, que han encontrado un disco de Jannis Jopplin, que hay trago para tres días más y pues que esta vez no me vaya tan pronto; Charlie se tiró a la dueña de la casa y ella ha quedado revoloteando por ahí, amando al mundo. No saben que lo que menos me importa ahora es esa gorda cara de ojete. Tengo metida a Berenice entre las dos orejas y sé que inevitablemente terminaré de nuevo en su casa; y ella, que lo sabe todo, me estará esperando confiada en que nunca la dejaré, y que, aunque no lo demuestre, la ame tanto como me ama ella. Yo por mi parte, confío en que esté equivocada, mientras intento despertar a Charlie.






Tratando de olvidar a La Bersuit

...Tu silencio y el pantalón se me enredan. La música repite mis palabras tu mirada la voz que vuelve y yo voy a caer. Me falta la adrenalina que te sobra, ya lo sé; todos confundidos. Pero igual, repito, tú me estas mirando y yo voy a caer.
Siluetas confusas deambulaban por la pared, o desaparecían en la inmensidad de la ventana y su noche abierta. Tres velas ardían sobre las tablas del suelo, intoxicadas de tantas trágicas intenciones de alegría, otras en lámparas de papel iluminaban las escaleras por donde subía y bajaba la barahúnda. Rosa no bailaba; tenía miedo de tropezar, víctima también de historias y esperanzas. Su hermana no lo sabía, pero ella la envidiaba: la veía bailando, distraída, descalza.
Miguel tocaba al piano una canción de desamor, y alguien insistía en sonreír.
...bailo y fumas, no sé. Brinco y caigo por la ventana y bailas y bailo… tú me estás mirando subir como el humo.
Rosa descubre una pequeña apertura en el piso, tras un pedazo de madera suelta del entablado que alguien golpeó al bailar. Se acerca esperando un Aleph, un beso, Sofía; queriendo no ser notada, o llamar la atención. Algo se mueve y no es diferente. La abertura sólo está un poco más allá. Abre las manos y gatea. Una nueva melodía la distrae… esa duda que le impide saber si debe o no recordar lo que deseaba tener y ha olvidado, aparece. Las personas se mueven. Extraña una canción de la Bersuit que no es la que Miguel repite siempre. Regresa a su rincón a seguir interpretando aquellas siluetas danzantes. Ella sentía la fragilidad de lo que flotaba, cada alegría obtusa de tantas historias parecidas, de un bar de gente alegre y tensa, necesitando algo mejor. Sofía temblaba con todo su guayaquilezco aspecto suizo, acostumbrada a otras manos, esperando algo desde la blancura de sus piernas desnudas entre la voz que se arrastraba sintetizada bajo el leve impulso de su ritmo. Otra noche que alguien sueña o recuerda a gritos entre la montaña ecuatorial y el mar. Sofía sólo esperaba despertar aún bailando, no importaba donde, pero aún con sus brazos.
También las personas flotando, consumiendo el oxígeno cargado de inciensos, humos, humores; siente Miguel. Arrastra muchas noches pensando dejar de tocar; dejar de hacer el bien del mal con aquellas palabras de su incoherente fantasía, cantando historias que intuye probables, pero que necesita sintetizar, distorsionar.
Ve a las dos hermanas, bellas y desquiciadas. Cambia de tema y continúa.
En medio del suelo Rosa se había detenido, invadida por una cálida ansia (de volver atrás a aquel punto de la nostalgia de lo irrecuperable.)
-Échale la culpa a las novelas eh, huevas; dos son mis pieces, eh^¨. No tiene caso cuantas veces se repitan las noches, siempre olvido tu predilección por los amores de tinta; tan desconfiado como todos los como tú, los instruidos en angustias, oye… -le dice Sofía a miguel, y sigue bailando con su sombra gemela.
...Hoy es Domingo, maldita, y debes estar haciendo el amor con otro, amor...
Las siluetas confusas dibujaron salidas para Miguel también: algo se mueve y no es diferente. No siente ganas de vomitar, ni de seguir no atendiendo su propia música... Domingo. .figuras ondulantes en el brillo de los que bailan sobre las flamas. Desde la barra alguien urde una historia del pasado para todos. Rosa sueña y estalla en el interior del agujero, vuela y cambia de apariencia con sólo tornar la mirada, y no es su hermana la que baila sobre los tablones de madera, cayendo, el piercing piramidal que cuelga de su labio inferior brillando en la locura de esa letra que se rompe sobre sus lados sensibles, donde miguel canta y tantas cosas; y sólo quiere naufragar. Alrededor de ellos se extiende un pueblo de caras que se buscan en la oscuridad de ciertas otras canciones, o tras el origen de la luz, del fuego de la leña, de cinco mujeres que sueñan que son felices, mientras otras corren, los demás confundidos o contentos; la luna de pronto hace daño porque alguien lo cuenta y los cuentos se vuelven el revés del alma por el arte hacia la indiferencia por lo real, pero ansiando a pesar del tiempo una mano que lleve a Rosa a su agujero abierto, que coloque calma en Miguel o detenga el tiempo, la historia y los Domingos de Sofía. Ella baila entre todos simplemente para olvidar lo sola que, presiente, quedará, con la piel sudorosa y expectante, descubierta; pensando en lo iluso de su libertad ojos cerrados. Quedan cinco personas soñando que son felices y Rosa es una...Miguel encontró una melodía, algo tibio, blando, mientras quien fabula intenta poder bailar.
...Todos los cuerpos se golpeaban anónimos.
Caminó confundido, caí.
-¿Y Miguel? ¿se fue?, no pues qué extraño es ese man... – se dicen el bajista y el batero estirando el cuello para verle donde antes estaba.
Sofía besó a su hermana, quien hablaba dormida, sonriendo; pero comenzaba a despertar.
...Sofía
...linda Sofía
...Sofía
La sala quedó en silencio en espera de alguna siguiente canción; alguna otra canción, mientras aquel sonido gutural se escondía, se nos escapaba tras el piano desde Miguel, quien vomitaba queriendo irse junto con su ánimo, pero tantos oyen pianos como gotas, sonríen soñando o contienen llantos, que los besos que se den los amantes nunca nos bastarán.