martes, 23 de noviembre de 2010

fiesta para Claudia

Claudita y Nicolle giran descalzas sobre la alfombra, disolviendo los turbios contornos de los muebles. Se empujan melódicamente, jugueteando sexys. Miguel las anima, viéndolas enredarse como los arabescos del humo de inciensos que aroman de opio la sala. Del Estéreo se expande la arrebatada cadencia de bongós y la melodía flautista traversa perseguida por un piano jazz, que, les parece a ellos, arman una rumba…
Abajo, sentados en las escaleras al pie del edificio, Erick, Angie y Leo fuman de una pipa lo más sin apuro que pueden.
Angie ve las lucecitas de Pardo bailoteando sobre los postes, fundiéndose al pavimento en el iluminado horizonte. Mira sus pezones erguidos; calurosa, feliz. Los siente desde las puntas como dos dudas que ansiaran ser absueltas por el viento que las lame. La larga noche esconde sus torpezas. Gozan lo clandestino.
Entran corriendo. El conserje, tras una puerta lateral, se esconde para que no le jodan la paciencia a él.
Juegan. Buscan el ascensor.
...Miguel desea que ellas continúen bailando, pero aquel toc toc ha quebrado la ilusión del momento.
Claudia va a abrir la puerta. Su amado Leo, entra primero y le da un beso. Ella huele y le saboréa la yerba. ¿Compraste todo lo que te pedí, no, Leo? Le pregunta…
Ahora sentada sobre Miguel, Nicolle no deja de sorber sus besos ebrios. Los chicos llevan a la cocina las compras del Santa Isabel. Nicolle señala con la puntita del piercing de su lengua a Angie sus pezones. Ella se acomoda la ropa ante el oscuro ventanal con una sonrisa cómplice. “Estás atenta” le responde Angie, sentándose. Ríen.
Miguel ve borrosamente cómo se sirven nuevos vasos y se ocupan los sofás. Bebe un trago de alcohol y frutas y saliva de la boca de donde le llueve. Cerrando los ojos acaricia a Nicolle. Ella se agita, acomodándose para frotar mejor sus sexos, montados sobre el sillón. La tibieza que aparece cuando siente que encajan es lo único que le da a ella algo de seguridad, de confianza, a esa hora crepuscular que significa la media noche para su ánimo. Miguel bajo su polito beige le recorre la espalda crispada.
Erick y Leo vuelven a reír con Angie. No se detienen. Claudia no puede hablarles, se asfixia; en especial a Leo, el muy imbécil. No deja de pensar en la cocaína que guarda en su cartuchera. Detesta aquella idea romántica que tenia para ella, para ellos. Saca la bolsita y se sienta en el piso junto a la mesa del centro. Poco a poco, uno a uno, van deteniendo sus conversaciones y volteando hacia donde ella está. Ella aspira lo que ha recogido con el borde de una tarjeta, aparentando no prestar atención a nadie. Un tiro, dos. “oye mal educada -dice Erick, de pronto- eso se hace en el baño”, “¡Claudia, ¿qué te pasa?!” le grita Nicolle en un susurro al oído, “¿te olvidaste de mis papás o nos quieres joder???". Ella sabe que Nicolle no tolera la cocaína; y más cuando es la cocaína de su mejor amiga. “ya pues Nicolle, normal; más bien, que nos invite de esa coca…” “perooo”, “Claudacha…”. Surge un rumor. Angie se aproxima a ella extendiéndole el dorso de la mano. “invita px unos ñacs”.
-Esperen.
Nicolle se coge la frente, la siente caliente. Al hacerlo ve la hora en su pequeño reloj y luego se fija en el de la pared.
-Oigan, qué tal… me parece que ya es más de medianoche, ¿no?!!
“¡Feliz cumpleaños Claaau!!”, gritaron entonces todos.
Erick la ayuda a levantarse y la abraza. Angie sirve más tragos. Es la última en darle a Claudita aquel abrazo. Miguel ha cogido la bolsita de cocaína y la observa acucioso, fingiendo no escuchar las palabras que Nicolle se empeña en colgarle del cuello; pero lo hace y le entrega la bolsita finalmente a Leo, quien con un gesto crítico recoge un poco con los dedos y aspira furiosamente, brotándole luego un gesto doloroso. “Ellos son los malos –se dice Claudia-; puta se van solos y regresan así estonazasaasos, ¿y yo?”. Leo, al ver que ella lo miraba de ese modo tan duro se acercó. Sin rencor, Claudia siente la gota amarga caer en su lengua, y la agita contra la lengua de él. “Tal vez mi Leo no lo sabia. El casi nunca fuma” se dice, prolongándose su beso. Nicolle apaga las luces del techo y enciende tres lámparas. Por sus pantallas la luz desparrama tonalidades cálidas.
“¿Piel humana?”
“Quizás…”
“No te pongas chuncha Claudia-dice Nicolle-, mira”. Miguel ha abierto un estuche de donde asoma una fruta iridiscente y aromática. “¿Tu regalo para mí, Nicolle?” le dijo abrazandola. Recuperando el entusiasmo, vuelve a ver amigos en los que absorben líneas de su cocaína sobre el vidrio de la mesa. Nicolle corre una ventana y entra junto con el aire el veloz precipicio. Ya no le preocupa tanto el riesgo de sus padres, quienes a esas alturas deben haber logrado vencer la música y quedádose dormidos. Está contenta porque Miguel no ha querido la cocaína. Todos se acercan, seducidos seguramente por aquel frescor del mar en las noches de Enero. Nicolle rechaza fastidiada la punta de polvo blanco que Erick a lo lejos le ofrece. Busca en su bolsillo la pipa de piedra que le había comprado su hermana y se la da a Leo para que la llene con lo del estuche, que Claudia sostiene alegre.



Nicolle recibe la pipa otra vez. Arrojan el humo por la ventana, que se eleva por el nocturno cielo violeta del impredecible éter limeño. Ella, Angie y Erick han intentado suicidarse alguna vez. Leo piensa que, cuando lo intente, él no fallará. Miguel pasa la pipa y se deja caer sobre un cojín. A lo lejos, Nicolle apaga las luces y aumenta el volumen de la música, luego lo coge y lo levanta y lo pone a bailar. Nuevos inciensos han sido encendidos y se ha cerrado la ventana. Claudia no sabe si ir a sentarse con los espectadores en la reciente oscuridad, o volver a bailar tras de Nicolle, ir a prenderse de su cintura al borde de su lacrimógeno placer, o si tal vez aventarse al vacío, volar los doce pisos ahora que nadie la nota. Pero le han corrido la ventana.
-¿Para eso fumas?
Miguel comprende en una olfateada las miradas de Nicolle. La abraza y siguen bailando muy arrechamente. Angie mira a Erik concentrado en el baile de Nicolle y no en sus dolidos pezones.
Va al baño. Le costó levantarse del sofá; le cuesta alejarse de Erick y encontrar el camino correcto. Pasa junto al equipo de sonido y voltea a ver a la pareja. Siente ganas de apagar la música, pero no ve exactamente cómo hacerlo. Con un buen golpe bastaría, se dice, siguiendo hacia el baño. Cierra tras ella la puerta, sin encender la luz. Se limpia la nariz, tratando de ubicarse en el espejo. A oscuras se siente más bella. Mira sus senos, nostálgica. Los palpa. Enciende la luz. la apaga. Esta vez se levanta el polo y los hace brotar sobre el brassiere. Los recorre con la yema de sus dedos por las curvas. Va a encender la luz, cuando siente que intentan abrir y luego llaman a la puerta. Se reacomoda y la enciende. Es Leo. Cruzan miradas, pero es la de Angie la que queda suspendida en el vacío al cerrarse la puerta detrás de él. En la penumbra del pasadizo, se dice que de nada le sirve ser tan bella con tremendo marica. Leo se lava las manos; las seca bien. Su cocaína es más pura que la que le han vendido a Claudia, cree. Inhala mirándose hacerlo en el espejo. Sus orejas; no le gustan. Sonríe. Recoge con el dedo los rastros del polvo blanco impregnados alrededor de sus fosas nasales y los pega a su lengua, saboreando. Se acomoda, rudo, el paquete de la bragueta. Su boca; tampoco le gusta su boca. Desabrocha su pantalón y busca su arrugado pene. Lo estira todo lo que puede para ver su reflejo, se empina. Intenta mantener el equilibrio, recuperando las nauseas que le habían llevado ahí. Sobre el retrete se rasca insistente, sonriéndose, arrepentido.
Miguel le aconsejaba a Erick que ya no siguiera tomando; Y mmm tampoco la cocaína le sentaba bien. A nadie le sentaba bien por la puta madre, replicaba Erick, justo cuando aparecía Angie, a quien, para agrado y sorpresa de Angie y de alguno más ahí, Erick jaló sobre sus piernas. Angie entre sorprendida y avergonzada, se deja besar. Claudia, ahora, baila sola. Lleva un ritmo tan intenso... Nicolle llama a Miguel. Se lo lleva por la cocina. Salen al hall de los ascensores. Se besan oyendo la música lejana, lascivamente. Miguel le remanga el top que lleva sobre sus hermosos y saludables pechos, que siempre reciben el vacío con aquel afiebrado temblor. Se los lleva a la boca, los lame, los acaricia y los retuerce. Nicolle lo detiene sonriente y lo guía hacia las escaleras de servicio.
Claudia se piensa una perdida. No percibe a nadie tras de la canción. Desea a Leo, a Nicolle, a Miguel; también desea no estar ahí, caminando hacia el baño. Abre la puerta, sin seguro y Leo, quien demora en verla unos segundos, queda luego pasmado por el horror. Él va a decir algo, va a… pero ella ya ha cerrado y camina rumbo a la cocina. Leo intenta reponerse. Se sube la ropa intentando no mirar hacia la puerta. Se lava las manos frotando con euforia los dedos que se había estado metiendo al culo, lamentándose de su abyección, -Leo, si no estuvieras tan cagado- retoriza, pero aún los ve haciendo lo que hacían, de reojo en el espejo cuando Claudia lo descubrió.
-Mierda, qué borrachos están todos. –se dice Claudia, como después de un sismo, como en un desmayo híper lúcido, sin ganas de llorar. Mira su propio agujero en el vaso que, por suerte, ha conseguido. Se siente extraña "no, mierda no", opina, y se ríe. Recuerda apenada la imagen de Leo acuclillado sobre el retrete, gozando disforzadamente del reflejo de su martirio. Él aparece balbuceante en la cocina. Trata de hablar. Se muerde la lengua, enloquecida por la abundante dosis de coca que necesitó para salir. Claudia lo deja hablar, concentrada en unas burbujas del vaso que se deslizan lentamente, se tocan, y a veces se hacen una, acelerando luego su camino.
Nicolle se ha herido la rodilla sobre la escalera ante la premura de Miguel por levantarle la ceñida y larga falda, la que su madre le ayudó a escoger para esta ocasión. El desliza sus manos entre las nalgas de ella, esquivando su diminuta truza. Pulsa su clítoris inflamado y jugoso, delicadamente, casi con devoción. A Nicolle la rodilla le arde menos, y lo olvida todo al sentir el glande de Miguel entrando por su vagina. Sujeta de un escalón con ambas manos, zarandeándose oblicuamente, intentando mantenerse en posición y no desprenderse de Miguel en su contra compás, repite oh mi amor. Él palmotea sus nalgas y aceleran la marcha. A ella el placer le da vueltas por el cuerpo, la recorre de labios a labios. Teme que la oigan en otros pisos, pero no trata de contenerse. Grita. Miguel siente su música. Apretándole los pezones la sostiene a su gusto, complacido entre sus espasmódicos y cada vez menos adolescentes orgasmos que se suceden sin esfuerzo. Le habla al oído, sabiendo que ella lo oye y no lo oye, cada vez más enloquecida. Vuelve sobre ella. Qué me haces, oh, ooh dice Nicolle. Ha hundido la cabeza en las escaleras, y él se detiene. Continúa un poco, esperando que ella se recupere de su agotamiento, que, aunque intenso, también sabe ser efímero. Se separa de ella, sin eyacular. Nicolle va recobrando la conciencia de las cosas. Lo busca. De pronto extraña la cara de excitación de Miguel, que desearía haber visto más hoy como casi siempre; aunque le ha gustado mucho como le dio ahora en las escaleras de servicio… Él la observa desde la puerta. Nicolle termina de acomodarse. Quiere besarlo, abrazarlo, dormirse ahí con él... la puerta ha permanecido abierta. "Ven, Nicol", dice M. al desaparecer. Ella se sienta en las gradas, resintiendo la herida en la rodilla, nota que es sólo un ardoroso rasguño, preguntándose por qué amará tanto a Miguel. Al caminar por el hall ve a sus vecinos salir del ascensor. Se saludan. "¿Fiesta?". A Miguel no le hubiera molestado que ellos aparecieran cuando él la tenía semidesnuda ahí, lo sabe. Ve la puerta abierta de par en par. Entra y la cierra. Ha aprendido cómo es él, y aunque le jode un poco amarlo, así lo hace.
Claudia, Leo y Miguel conversan en la cocina. "Leo, tú estás locazo -dice Miguel- qué te vas a ir si recién son las dos". "A mí se me está volviendo eterna esta cancioncita" -acota Claudia. "Vamos a bailar, oye –le dice Nicolle, quitándole su vaso y bebiendo de el -vamos a poner esa de Pulp Fiction, esa del bailecito".
Angie fumaba un cigarrillo mirando los autos de la calle por la ventana cerrada; de vez en cuando, enfocando su propio rostro, su reflejo oscurecido. ¿Donde habían estado? Ella había hecho el amor, o tenido sexo (las opiniones estaban divididas) con Erick, pero él ya dormitaba, mal colocado. Supo que todos habían estado haciéndolo; Leo y Claudia en la cocina, Quizás los cuatro en la cocina. Sintió celos. "¿a dónde fueron?" “vamos a bailar, ven, ven pues", decía Nicolle, "esta noche recién comienza, ¿no es cierto Erik?". Él se levantó, pero pronto volvió al sofá. Nicolle ha puesto su música. Baila medio fastidiada porque Miguel lo hace con Claudia, sentado junto a la mesita de centro. Él escribe esas líneas de coca sobre el vidrio con una tarjeta y luego las borran ambos aspirándolas por un billete de diez soles enrollado. Leo no quiere más; dice, bebiendo ansiosamente. Nicolle lo queda mirando, pero su mirada se pierde en el vacío.
Claudia va al sofá. Angie se sienta a su lado. La abraza. "feliz cumpleaños cojuda" "Mmm… Te estuviste aburriendo, ¿no? tu Erick se ha quedado jatazo". "ahh". "la verdad despierto también aburre: todos los tipos aburren". Miguel protestó; “tú no tanto, ¿ya?” dijo Claudia sonriente. Nicolle no aguantó más. Dejó el baile y fue con ellos. "Miguel, hazme unas líneas", dijo. "Nicolle, ¿Estás segura?" replico Angie. Nicolle miró recelosamente a Claudia, sintiéndolas cómplices.
Luego de esparcir nuevas líneas, Miguel le dio el billete. "Que no quede nada", dijo Claudia. Nicolle recogió su cabello rubio tras una oreja para poder mirarles al hacerlo. La segunda fue más hiriente y rápida. Angie le sonreía. La habitación creció. Tuvo nuevas ganas de bailar. Miguel volvió a poner aquella terca canción.
Sus brazos se movían como rodeados de mariposas. Flexionaba las rodillas y giraba las caderas con precisión y soltura. Miguel se levantó, siguiéndola. También se levantan Claudia y Angie, contagiadas. Las canciones de ese disco pasan veloces entre líneas. Concluye el disco y vuelve a comenzar. Miguel busca "Girl, you will be a woman, soon ". Baila con Nicolle. Ve a Claudia de espaldas, conversando con Angie. Se acerca. La toma de los codos, imprimiéndole el ritmo que lleva. Giran juntos hacia Nicolle, ahora los tres se mueven por la alfombra-pista de baile.
Nicolle comienza a sentir ganas de llorar, pero sonríe. Miguel adivinándola se escurre tras de ella, con lo que la ve recuperar la confianza. Juega con el pelo de Claudia, que siente en silencio el intermitente roce-golpe-caricia de las tetas de Nicol como un calambre. Esquiva su mirada, retrocediendo, pero no mucho. Nicolle la jala de nuevo, sintiendo musitar los labios de Miguel sobre su cabeza. Pegan sus cuerpos. Miguel se deja caer en el sofá, recogiendo un vaso de la mesa. Angie se ha sentado también sobre la alfombra frente a Leo. Leo bosteza.
Las amigas ríen, la canción se va. Miguel lleva a Nicolle sobre su regazo, donde ella busca acomodarse como más le gusta, abrigándolo bajo su húmeda tibieza. Claudia ha caído cerca de Angie. Su amiga y la alfombra son lejanas suavidades que comienza a dejar de diferenciar...

La ventana abierta, los rostros de todos asomándose a verla echada, abajo, tras de volar, con un ágil asalto, por la expansión de luces del abismo, para rodar nuevamente sobre sus juguetes, como en las fotos de fiestas en que todos se asomaban para verla soplar las velas. Esta vez no le han conseguido diecisiete flamitas con que contar sus años; mejor más vodka, dijeron, y ella estuvo de acuerdo. Llora sentada en la alfombra. Angie la ve, pensando en el tiempo, en Erick. Volvía a verla llorar bajo sus largos cabellos negros. "Algo se refleja y no es tu sombra -tatarea Miguel- Nicol; ¿Nicol?" "Leo se ha dormido", dice Claudia, limpiando su cara discretamente. Toca a Angie, que, a gatas, se ha aproximado al sofá donde duermen. Se vuelve al sentir su mano. "parecen incómodos" "Miguel, haz algo". Miguel no puede moverse, Nicol cuelga de su cuello como un candado y suspira en sueños. Claudia se levanta y ayuda a Leo. La mira confundido. "vamos al baño". "Yo puedo", le responde, "yo puedo", y se acuesta junto a Erick. "tu chico está de más", le dice Angie a Claudia, que regresa. "Buen chico". "¿lo amas?". Se sabe mareada y piensa acabando con el vodka en su vaso, que amar es una trampa o una mentira; ¿por qué será?, o que el amor no existe o no lo conoce, o, como leyó en el facebook de alguien, que el amor no tiene nada que ver con el amor. “Y tú Angie, ¿has amado?”...Nicol sueña esa pasarela del Real Felipe. Está en bikini y siente frió. Le alcanzan una casaca. El frío se va, la pasarela se va. Se mira en el espejo del baño de su cuarto. Unas manos de hombre la desvisten de su pijama de franela. Se acurruca junto a él. Ahora son dos los tipos, sus primeros dillers de la U. ¿No se odiaban? Trata de no mancharles de sangre, esa que comenzó a salírsele junto con los contratos a los trece, recuerda. De nuevo las fotos la despiertan. Luce los pedacitos de tela, luego se desnuda tras los bastidores, una y otra vez, al principio temiendo ser vista, luego ha crecido, tiene diecisiete y ya le da igual, y sus padres aplauden, y cierra los ojos y sueña que no los conoce. Corre desnuda. Miguel la abraza, la protege del frío. Van del teatro a las clases de danza. Miguel se ha acostado con la instructora. Está segura de eso. Lo ve conversar con ella, mientras las demás mujeres hacen ejercicios, obedeciendo a la ayudanta. Los ve reír. Se alejan. Han ido a esconderse tras esa pared pintada de rojo. Ella puede verlos reflejados por un gran espejo. Todas las chicas pueden verlos. Se han acostado sobre las colchonetas blandas. Él la levanta y la pone a gatas. Se oyen diez flexiones más; va, nueve, va, ocho. Nicolle no puede, cierra los ojos. Se imagina con él en las escaleras de su depa, se imagina gimiendo hasta el primer piso, preocupando a la calva conserje que siempre le espía el culo, sonriente. Ellos desaparecen uno tras otro. Nicolle está segura; él no ha terminado. La clase sí. Salen por el estrecho pasillo. Hace frío y ella sólo lleva el bikini. No hay flashes ni padres ni pasarelas. Esta sola. Comienza a llover. Miguel la llama, lejano, con un abrigo de piel de gatos. Siente la cabeza de él entre sus brazos. Sorbe su saliva, pensándose una babosa y le musita al oído: Miguel, tuve un sueño. Se despereza delicadamente. Trata de ver, pero aún no despierta del todo. Ve la noche, el cielo violeta, reflejo de la luz de los edificios de enfrente, de la ciudad entera. Luego aparece la habitación, la sala, el sofá. Leo duerme, Erick duerme, ella y Miguel ocupan el sillón. Ve a Angie y a Claudia juntas bajo la ventana, en el suelo. Ve que Angie le agarra las tetas sobre la ropa a Claudia, infantiles comparados a los de Angie, y se besan brevemente. Claudia mete las manos bajo el polo de Angie, describiendo sus caderas. Sus aureolados pezones traslucen en la penumbra. Sus dedos llegan a ellos y los aprietan, haciéndoles dar un respingo. Blando erguido, como sus fuerzas de abandono. Buscan tocar sus labios. Se besan más. Angie hunde sus dedos entre el pelo de ella jalándola, se deja caer y queda acostada. Claudia le desabotona el pantalón que ella ayuda a bajar. Corren la tela de su truza. Claudia le cuenta que su sexo brilla. Vuelven a besarse y tocarse. Angie agita las caderas e intenta corresponder. Nicol se repite mentalmente "están ebrias". Mira a Miguel, dormido. Claudia acaricia a Angie, la mira con miradas de inocencia justo como ella también desea, tendida, expectante. Recordando el precipicio se desliza con los dedos dentro de Angie, quien aprieta los dientes. Los abre. Su rostro tembloroso no la mira pero le deja sentir tanta belleza que duele. Llevan los polos remangados bajo las axilas. Claudia la espía, mordiendo y besando sus pechos, saboreándole el rostro. Angie la mira temblorosa a los ojos. Pero saben que no intenta que Claudia se detenga. Nicol ha despertado por completo y mira cómo Angie baña de orgasmos la mano de Claudia. No sabe qué hacer. Miguel siente o sueña algo, está segura porque siente crecido el bulto de su bragueta ahí debajo. Se levanta. Pasa junto al equipo de música y se detiene. Pone los dedos sobre el interruptor de la luz. Las ve como en una película en cámara lenta. Se respira sexo por todos lados. Quizás por eso Miguel sueña y se excita, sentado en primera fila. No puede dejar de verlas, brillan. Se recuesta en la pared. Claudia no se detiene, sigue besándole los pechos a Angie, a pesar de que ésta ha perdido la conciencia o la ha hundido a lugares que ella no presencia. Quita la mano del interruptor, y golpea los adornos al bajar el brazo, distraída. El ruido hace reaccionar a Claudia. Ve a Miguel dormido. Se acomoda la ropa parada frente a él. Angie encontró su polo. Quiere dormir. Aun late su lengua mordida. Llama a Claudia, pero ella no voltea. Ha visto a Nicolle mirándola desde la esquina de la sala. Nicolle evitándola desaparece por la cocina. Claudia va donde Angie, quien ha vuelto a acostarse, vestida, sobre la alfombra. "mejor déjame", le dice, acurrucándose entre mantas imaginarias. Claudia ve apagarse la luz de la cocina y no duda en caminar hacia allá. Pasa junto a Miguel. No quiere hacerle ningún daño, pero finalmente le da igual: nada se interpone entre Nicol y ella. Claudia aparece por la puerta. Nicolle la esperaba temiendo que viniera tanto como que no. Bebe lo que aun quedaba de alcohol en ese vaso. Tratando de mantener su temblorosa sonrisa imagina lo que va a suceder. De pronto es ella misma quien extiende su mano y jala a Claudia. Claudia le acaricia la nuca alborotando sus sedas rubias, sintiendo que tiene el control, fascinada, y la besa. Nicol también la besa, le ayuda a pasar las manos bajo su ropa, e igual que con Miguel, hace brotar sus senos. Claudia los muerde un poco y los vuelve a lamer. Nicol siente sus besos en la punta nerviosa de su lengua y la frota contra el paladar. Cabecea buscando tocarla igual, pero duda. Claudia es más rápida, le ha desatado el faldón que ha caído en sus pies. Nicolle se trepa instintivamente sobre el repostero inferior. Claudia la toma de las rodillas, las separa y avanza su carita de angel hacia su paraíso. Nicolle se golpea la cabeza contra el filo de los estantes, estremecida. La ve. Es Claudia, es su lengua. Mira la cocina bajo sus manos, en el amanecer limeño, quieto y brumoso. Vuelve de nuevo la música: es Claudia. Recuerda a Miguel y se siente observada. Le parece verlo. Ella se levanta, notando su temblor y la besa. "no", dice Nicolle. "¿qué?". "ya no quiero". Vuelve a agacharse, pero Nicolle aprieta las piernas. Claudia retrocede desconcertada. La enfurece verla llorar. Intenta acercarse de nuevo, pero es Miguel quien ahora la detiene y la aparta. Ella vuelve a sentiré perdida. Claudia, dice Nicolle. Miguel avanza hacia ella, le levanta la cara y con la lengua comienza a capturar el agua salada que cae de sus ojos. Ella, temblando, busca el pene de Miguel, lo encuentra como más le gusta entre sus manos, lo aprieta como sopesando su presencia y sentada aun así como estaba se lo va introduciendo ella misma, acercando a Miguel con el abrazo de sus piernas. No deja de llorar, pero cambia, mezcla llantos, y a él le encanta ver cómo la va recuperando. La mueve. Se mueven. Se oye lentamente de nuevo los automóviles desperezando las calles. Claudia también llora. Ve a Nicolle feliz. Oye esos gemidos que a ella no quiso prolongarle. "te amo" escucha que se dicen, apartando la mirada. El tiempo se prolonga, es casi eterno, en el tráfico de sus emociones. Miguel se sacude en sus últimos impulsos y le derrama dentro lo de toda la noche anterior. Ambos se sonríen, frotándose las lenguas. Sin despegarse de ella Miguel arranca papel del rollo y se lo da. Ella lo besa y deja que se retire. Voltea y encuentra a Claudia hundida en la sombra del refrigerador, apartando nuevamente la vista. Se acomoda el pantalón y quiere ayudarla. Nicolle, que la ha notado también lo empuja y le dice "Por favor vete adentro, ahora vamos". "Me voy" les dice Claudia y Nicolle en silencio la acompaña al ascensor. "levántense cariños, ya es de día –dice Miguel apareciendo en la sala y sacudiendo a los chicos. -Acompañen a Claudia a comprar el pan, para tomarnos un desayuno pues". Erick sale de la bruma intentando demostrar que no ha dormido. Quizás sólo un ratito. "ya, claro", dice. Leo lo sigue automáticamente. Se meten casi enfermos al ascensor que acababa de abrirse, para sorpresa de las dos amigas. El ascensor se va.
"¿Qué te pasa, no hablé con Claudia?" "vamos, hay que dormir un poco mi amor". Nicol, confundida tanto como agotada le ayuda a desplegar el sofá-cama arrimando la mesita. va por unas frazadas y se acuestan. Antes de quedarse dormida le pregunta a Miguel ¿en verdad me amas? " claro que sí, mi loquita. Anda, durmamos. Estoy tan cansado".
La madre de Nicol también se ha levantado y camina por la sala. Se comenta lo alegres que son los amigos de su hijita, muy contenta. Se agacha a recoger un vaso que ve tirado, lo coloca en la mesita y descubre media línea de coca sobre el vidrio de la misma. La recoge en la yema de un dedo. Miguel la ve hacerlo. Ha permanecido muy quieto desde que la vio entrar. La madre se da cuenta que Angie duerme en el piso se apresura a darle una chupada a su dedo, saboreando el residuo de coca que recogió, mirando a todos con cierto reproche cómplice. Arruga un papel y lo mete al vaso, mete de todo en el vaso, cajas de cigarrillos vacías, servilletas, todo. Luego desaparece y reaparece con unas mantas para Angie. Ella despierta sobresaltada al sentir las manos que la cobijan "señora, disculpe”. Bosteza. ¿qué hora es? ¿se fueron los demás? Suena el intercomunicador. La madre va a contestar. Angie ve a la pareja dormir y nota que miguel entrecierra los ojos. “el muy pendejo", piensa. Chicos, esas caras, ay dios mio! Hola señora. Salimos a comprar cosas para el desayuno. "ya chicos, pónganlo por ahí, ay que tontos, ya vuelvo". Ella baja por el mismo ascensor. Claudia, leo y Erik entran y cierran la puerta. Angie ha puesto a calentar agua en la tetera, dejan las compras en la cocina y van a la sala. Erik saca de su bolsillo un potecito oscuro con marihuana. Sonriente les pregunta si quieren un desay-humo. Asienten. Angie se echa unas gotas de colirio en los ojos. Van rotando el pomito mientras Erik termina de armar un huiro. Vuelven a correr la lunas, encendiéndolo. Claudia voltea y no puede… se acerca a Nicol y la despierta. "oye, estamos fumando, vengan" “¿Qué? ¿Y mi mamá?". "Acaba de salir"
Se alegra de sentir que Miguel la abraza, se levanta, le alcanzan huiro y gotitas. Se estira levantando los brazos y se ríe de bostezar."hay que despertar a miguel". "No- dice Angie déjalo dormir, ese no ha pegado el ojo en toda la noche"." Lo despertamos para desayunar, ¿ya?", dice Nicol, mirándolo. Los demás miran por la ventana, ella trata de evitar que el humo que bota regrese a ella, haciendo viento con las manos. Todos la imitan hasta la burla. Angie va a apagar el fuego de la cocina, todos la siguen. Preparan los panes, se empujan, juegan, meten los que llevan queso al microondas. Claudia despierta a Miguel."ven, horrible durmiente" "es decisión popular, de esas que te gustan tanto, que desayunemos todos juntos".
Miguel se sienta, ve a todos y sonríe, les pregunta por señas si están fumados, de lo que se ríen. "malditos" les dice, sentándose junto a Nicol, saludando de paso a su mamá. Ella ha vuelto con unas compras. Leo y Angie discuten por un pan con queso y jamon que Erick coge para ella. del cuarto de los padres aparece un "happy brithday to you" y salen los dos sonrientes, llevando el papá una torta redonda con diecisiete velitas chisposas. Todos se han puesto de pie y rodean nuevamente a Claudia y le cantan feliz cumpleaños feliz… aplauden y esperan ansiosos: Claudia aspira profundamente, mira hacia arriba, mira a todos, mira las velas. Pidiendo un deseo, el de siempre, y riendo, sopla; y soplan todos, y sabe Dios a donde se habrá ido aquel cúmulo de deseos confundidos: estas malditas velas se vuelven a encender.

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