lunes, 25 de junio de 2012

Sensación de Inestabilidad y Respuesta Inestable: la Escritura Posmoderna. Toda escritura posmoderna es una trampa para la lectura, se apoya en la movilidad del sentido y la vanidad de las realidades para hacer de la ausencia de necesidad de un mensaje la invitación a la coexistencia de infinitas voces en la lectura. La fuga del sentido es utilizada a favor de multiplicación de sentidos de la voz fragmentaria. La convivencia de significados, la multiplicación de formas en el vacío y los fractales, son modos de isotopía paradojal que permiten hacer coexistentes al malestar en la diferencia con el bienestar en la diferencia, y viceversa al infinito. Hemos visto ampliamente en las novelas contemporáneas de autores latinoamericanos cierta tendencia a la pluralidad de interlocutores, a la fragmentariedad del discurso y de visiones como estilo de algún buen grupo, coexistir con esfuerzos más cercanos al anterior esquema de la novela total. Y es que una de las banderas del juego posmoderno se apoya en la repetición inclusiva-excluyente, en las imágenes especulares, como crítica al desarrollo unilineal, lo que invita a la reutilización actualizante de todo tópico, ya clásico o ya futurista, o ya una mezcla de ambos en sus discursos. La crítica a los esencialismos absolutistas de vocación identitaria del esfuerzo moderno taxonomizante, se da abriendo paso a la reificación de las figuras pluralizantes. Acuñando un estilo desterritorializado se estabiliza la relación sujeto-entorno dislocado, característico de la globalización conflictiva. Pero ésta estrategia no es ni necesaria ni es la única. En Latinoamérica la historia de migraciones y de mestizajes siempre fue motivo de inclinación a sensibilidades que busquen en las lógicas confusivas, modos de decir su estado de conflicto; ya desde Guamán Poma y su tendencia irónica y descreída, mezcla de humor negro y pesimismo, con consejo y caridad cristiana, cuasi-fundador de la literatura de la violencia latinoamericana, posmoderno a fuerza de ver en la modernidad capitalista de las empresas de conquista tanta hipocresía. Esta situación histórico-cultural latinoamericana es tan fundacional en ese sentido que permite tal vez su análisis como binomio, y la traba que este binomio implica: Latino por un lado y americano por el otro. Ambos sentidos por separado parecen incompatibles. El imaginario de la latinidad es de orgullo europeo, así se haya desde tiempos de Espinoza Medrano hecho gala de más papismo que el papa en nuestras tierras. Sin embargo, la fecundidad del discurso barroco en el origen del arte colonial se debe a mi entender, por la adecuación de su lógica confusiva con la confusión imperante de este tenso binomio. El imaginario de americanidad está nutrido de un acento barbarizante, como correlato del ensalzamiento del yo colonizador, y esto sugiere una estructuración contradictoria del término en sus binomios, un contrasentido como efecto del proceso histórico-subjetivo de su acuñamiento, lo que de antemano preparó el camino en nuestroamérica para la proclividad a sintonizar con la crítica a la modernidad. Sin embargo, esta misma predisposición incluye también una preparación mayor o más antigua de cierta posibilidad de respuesta vital al vacío gris de ese vector de la posmodernidad más pesimista. La subalternidad y la estabilización globalizante, o su intento, cohabitan. De hecho, la emergencia de nuevos entornos interactivos, debido a los aportes tecnológicos de las telecomunicaciones, la apertura en el espacio virtual de un espacio compartible globalmente en tiempo real, ha hecho de la densidad del entramado, una invitación hacia la simplificación del símbolo, la repetición fractálico-mandálica, por el lado más conjunto vacío dentro-de conjunto vacío, tanto como la repetición pop de la industria creativa, sus beneficios y sus distorsiones, ya sea que hablemos del bluejean como de la novela. Pero también la foto de Marilyn Monroe por Warhole, etc. En la historia de la modernidad, el paradigma de nación-estado ha sido de orden homogeneizante, en torno a una patria. Este concepto no ha dejado de ser conflictivo en nuestras situaciones poscoloniales hasta la actualidad, dadas las condiciones poli-migrantes del continente. Por eso en estados unidos las campañas de publicidad han utilizado la idea de la identidad en la diferencia (cosa saludable), pero en torno al consumo. Cuando en ese país sucedió el atentado contra las torres gemelas, el presidente Bush no salió a las cámaras a pedir equilibrio, u orar por los muertos o buscar a los responsables para hacer justicia, no, les pidió que compraran, que tuvieran fe en el mercado. La propaganda de Coca-Cola va por ese lado, todas las razas dentro de los estados unidos toman Coca-Cola, unidos por la marca. A nivel mundial la estrategia es la misma, todo el Mundo toma Coca-Cola, en las calles de lima se puede ver afiches con botellas de Coca-Cola con las traducciones a todos los idiomas, chino, árabe, español, etc; Coca-Cola para todos: identidad en la diferencia, la modalización de lo diverso al servicio del mercado: Coca-Cola, o sé tú mismo, obedece a tu sed, toma Sprite. Las cuentas e inclusiones como múltiples de múltiples son a las que nos obligan las últimas tecnologías tanto como los últimos aparatos artísticos. Mezcla de estilos como estilo, es la única posibilidad de cuenta para situaciones como la de nuestra novela, asumiéndonos como latinoamericanos imbricados en otros estilos, a veces exóticos, de cuenta, así tenemos al gringo chamanizado, al huancaíno metalero, sikuris en Finlandia, peruanos en Nebraska, etc. Curiosamente, otra vertiente del poder diversificador de la posmodernidad pasa por la reivindicación relativa que viven los modelos de mundo negados por la modernidad materialista, por su metaforizada manera de explicar lo desconocido, que de algún modo es un estilo retro que valida, pone de moda de nuevo las llamadas supersticiones, la laguna de las huaringas, el cuy mágico, el vegetarianismo krishna, el turismo chamánico, el boom de las iglesias evangélicas de los 90s en adelante en el Perú, los programas de fantasmas y el cine de terror, etc. Así, a la idea de estado-nación, fenómenos como la Cumbre de los Pueblos, intentan, con algún paradójico riesgo, contraponer la idea de estados plurinacionales. Riesgo de que las versiones de nacionalismo posible de cada nueva nación cometa el mismo error homogenizante-radical de las naciones que critican. En todo caso esto no es posmoderno, pero se nutre de su filosofía para defenderse del enemigo común, la modernidad: defender el valor de su lengua, desde la lingüística, por ejemplo, la que ha abandonado la moderna idea de un posible lenguaje superior, en pro de la aceptación de la valoración positiva de la especificidad de cada lengua, de su arreglo gramatical, etc. Esta presencia renovada es para la perspectiva posmoderna misma digamos que una fuente de colores para sus grises conclusiones primarias, seducidos por su promesa de intuiciones, su contrapeso a esa angustia de la ausencia de sentidos. Hay hoy en día la necesidad de poder creerlo todo, pero a costa de poder negarlo de inmediato, de ser necesario. La bulimia consumista va haciendo metástasis en el cuerpo de las reflexiones, o en su mercado tal vez.