lunes, 5 de enero de 2009

fiesta para claudia (fragmento)



FIESTA PARA CLAUDIA

Claudita y Nicolle giran descalzas sobre la alfombra, disolviendo los turbios contornos de los muebles; se empujan melódicamente, jugueteando mientras Miguel las anima, viéndolas enredarse como los arabescos textos del humo de esos inciensos que aroman de opio la sala. Del Estéreo se expande la arrebatada cadencia de unos bongós y la melodía de un flautista traverso perseguido por un piano jazz, que les parece a ellos, arman una rumba muy sincera.
Abajo, sentados en las escaleras al pie del edificio, Erick, Angie y Leo fuman de una pipa lo más sin apuro que pueden.
Angie ve las lucecitas de Pardo bailoteando sobre los postes, fundiéndose al pavimento en el iluminado horizonte. Mira sus pezones erguidos; calurosa, feliz. Los siente desde las puntas como dos dudas que ansiaran ser absueltas por el viento que las lame. La larga noche esconde su torpeza. Gozan lo clandestino.
Entran corriendo mientras el conserje, tras una puerta lateral, se esconde para que no le jodan la paciencia a él.
Buscan jugando el ascensor.
...Miguel deseaba que ellas continuaran bailando, pero aquel toc toc ha quebrado la ilusión del momento.
Claudia fue a abrir la puerta. Su enamorado, Leo, entra primero y le da un beso amoroso. Ella huele y saboréa la marihuana. La saborea un poco desconcertada. ¿Compraste todo lo que te pedí Leo? Le pregunta.
Ahora sentada sobre Miguel, Nicolle no deja de sorber sus besos ebrios. Los chicos llevaron a la cocina las compras del Santa Isabel. Nicolle señala con la puntita de la lengua a Angie sus pezones mientras ella se acomoda la ropa ante el oscuro ventanal con una sonrisa cómplice. “Estás atenta” responde Angie, sentándose cerca. Ríen.
Miguel ve borrosamente cómo se sirven nuevos vasos y se ocupan los sofás. Bebe un trago del alcohol y las frutas y la saliva de la boca de donde le llueve. Cerrando los ojos acaricia a Nicolle. Ella se agita, acomodándose para frotar mejor sus sexos, montados sobre el sillón. La tibieza que aparece cuando siente que encajan es lo único que logra hacerle a ella mantener algo de seguridad, de confianza, a esa hora crepuscular que significa la media noche para su ánimo. Miguel hurga bajo su polito beige, recorriéndole espalda. Nicolle se yergue también.
Erick y Leo vuelven a reír con Angie. No se detienen. Claudia no puede hablarles, se asfixia; en especial a Leo, el muy imbécil. No deja de pensar en la cocaína que guarda en su cartuchera. Detesta aquella idea romántica que tenia para ella, para ellos. Saca la bolsita y se sienta en el piso junto a la mesa del centro. Poco a poco, uno a uno, van deteniendo sus conversaciones y volteando a verla. Ella aspira lo que ha recogido con el borde de una tarjeta, aparentando no prestar atención a nadie. “oye mal educada -dice Erick, de pronto- eso se hace en el baño”, “¡Claudia, ¿qué te pasa?!” le grita Nicolle en un susurro al oído, “¿te olvidaste de mis papás o nos quieres joder???". Ella sabe que Nicolle no tolera la cocaína; y más cuando es la cocaína de su mejor amiga. “ya pues Nicolle, normal; más bien, que nos invite de esa coca…” “perooo”, “Claudacha…”. Surge un rumor. Angie se aproxima a ella extendiéndole el dorso de la mano. “invita px unos ñacs”.
-Esperen.
Nicolle se coge la frente, la siente caliente. Al hacerlo ve la hora en su pequeño reloj y luego se fija en el de la pared.
-Oigan, qué tal… me parece que ya es más de medianoche, ¿no?!!
“¡Feliz cumpleaños Claaau!!”, gritaron entonces todos.
Erick la ayuda a levantarse y la abraza. Angie sirve más vodka. Es la última en darle a Claudia aquel abrazo. En eso Miguel ha cogido la bolsita de cocaína y la observa acucioso, fingiendo no escuchar las palabras que Nicolle se empeña en colgarle del cuello; pero lo hace y le entrega la bolsita finalmente a Leo, quien con un gesto crítico recoge un poco con los dedos y aspira furiosamente, brotándole un gesto doloroso. “Ellos son los malos –se dice Claudia-; puta se van solos y regresan así estonazasaasos, ¿y yo?”. Leo, al ver que ella lo mira de ese modo tan duro se acerca. Sin rencor, Claudia siente la gota amarga caer en su lengua, y la agita contra la lengua de él. “Tal vez mi Leo no lo sabia. El casi nunca fuma” se dice, prolongándose su beso. Nicolle apaga las luces del techo y enciende tres lámparas. Por sus pantallas la luz desparrama tonalidades cálidas.
“¿Piel humana?”
“Quizás…”
“No te pongas chuncha Claudia-dice Nicolle-, mira”. Miguel ha abierto un estuche de donde asoma una fruta iridiscente y aromática. “¿Tu regalo parta mí, Nicolle?” dijo Claudia, volviendo ambas a abrazarse. Recuperando el entusiasmo, vuelve a ver amigos en los que absorben líneas de su cocaína sobre la mesa. Nicolle corre una ventana y entra junto con el aire el veloz precipicio. Ya no le preocupa tanto el riesgo de sus padres, quienes a esas alturas deben haber logrado vencer la música y quedádose dormidos. Está contenta porque Miguel no ha querido la cocaína. Todos se acercan, seducidos seguramente por aquel frescor del mar en las noches de verano. Nicolle rechaza fastidiada la punta de polvo blanco que Erick a lo lejos le ofrece. Busca en su bolsillo la pipa de piedra que le había comprado su hermana y se la da a Leo para que la llene con lo del estuche, que Claudia sostiene alegre.



Nicolle recibe la pipa otra vez. Arrojan el humo por la ventana, que se eleva por el nocturno cielo violeta de lima. Ella, Angie y Erick han intentado suicidarse alguna vez. Leo piensa que, cuando lo intente, él no fallará. Miguel pasa la pipa y se deja caer sobre un cojín. A lo lejos, Nicolle apaga las luces, luego aumenta el volumen de la música, lo coge y lo levanta y lo pone a bailar. Nuevos inciensos han sido encendidos y se ha cerrado la ventana. Claudia no sabe si ir a sentarse con los espectadores en la reciente oscuridad, o volver a bailar tras de Nicolle, ir a prenderse de su cintura al borde de su lacrimógeno placer, o si tal vez aventarse al vacío, volar los doce pisos ahora que nadie la nota; pero le han corrido la ventana.
-¿Siempre que fumas te pones así?
Miguel comprende en una olfateada las intensiones actuales de las miradas de Nicolle. La abraza y siguen bailando muy arrechos. Angie mira a Erik concentrado en el baile de Nicolle y no en sus dolidos pezones.
Va al baño. Le costó levantarse del sofá; le cuesta alejarse de Erick y encontrar el camino correcto. Pasa junto al equipo de sonido y voltea a ver a la pareja. Siente ganas de apagar la música, pero no ve exactamente cómo hacerlo. Con un buen golpe bastaría, se dice, siguiendo hacia el baño. Cierra tras ella la puerta, sin encender la luz. Se limpia la nariz, tratando de ubicarse en el espejo. A oscuras se siente más bella. Mira sus senos, nostálgica. Los palpa. Enciende la luz. la apaga. Esta vez se levanta el polo y los hace brotar sobre el brassiere. Los recorre con la yema de sus dedos por las curvas. Va a encender la luz, cuando siente que intentan abrir y luego llaman a la puerta. Se reacomoda y la enciende. Es Leo. Cruzan miradas, pero es la de Angie la que queda suspendida en el vacío al cerrarse la puerta detrás de él. En la penumbra del pasadizo, se dice que de nada le sirve ser tan bella con tremendo marica. Leo se lava las manos; las seca bien. Su cocaína es más pura que la que le han vendido a Claudia, cree. Inhala mirándose hacerlo en el espejo. Sus orejas; no le gustan. Sonríe. Recoge con el dedo los rastros del polvo blanco impregnados alrededor de sus fosas nasales y los pega a su lengua, saboreando. Se acomoda, rudo, el paquete de la bragueta. Su boca; tampoco le gusta su boca. Desabrocha su pantalón y busca su arrugado pene. Lo estira todo lo que puede para ver su reflejo, se empina. Intenta mantener el equilibrio, recuperando las nauseas que le habían llevado ahí. Sobre el retrete se rasca insistente, sonriéndose, arrepentido.
Miguel le aconsejaba a Erick que ya no siguiera tomando; Y mmm tampoco la cocaína le sentaba bien. A nadie le sentaba bien por la puta madre, replicaba Erick, justo cuando aparecía Angie, a quien, para agrado y sorpresa de Angie y de alguno más ahí, Erick jaló sobre sus piernas. Angie medio sorprendida y palteada, se deja besar. Claudia, ahora, baila sola, pero lleva un ritmo tan intenso... Nicolle llama a Miguel y se lo lleva por la cocina. Salen al hall de los ascensores, se besan con la música lejana, lasciva y suavemente. Miguel le remanga el top que lleva sobre sus hermosos y saludables pechos, que siempre reciben el vacío con aquel afiebrado temblor. Se los lleva a la boca, los lame, los acaricia hasta retorcerlos. Nicolle lo detiene sonriente y lo guía hacia las escaleras de servicio.
Claudia se piensa una perdida. No percibe a nadie tras de la canción. Desea a Leo, a Nicolle, a Miguel; también desea no estar ahí, caminando hacia el baño. Abre la puerta, sin seguro y Leo, quien demora en verla unos segundos, queda luego pasmado por el horror. Él va a decir algo, va a… pero ella ya ha cerrado y camina rumbo a la cocina. Leo intenta reponerse. Se sube la ropa intentando no mirar hacia la puerta. Se lava las manos frotando con euforia los dedos que se había estado metiendo al culo, lamentándose de su abyección, -Leo, si no estuvieras tan cagado- retoriza, pero aún los ve haciendo lo que hacían, de reojo en el espejo cuando Claudia lo descubrió.
-Mierda, qué borrachos están todos. –se dice Claudia, como después de un sismo, híper lúcida, sin ganas de llorar. Mira su propio agujero en el vaso que, por suerte, ha conseguido. Se siente extraña "no, mierda no", opina, y se ríe. Recuerda apenada la imagen de Leo acuclillado sobre el retrete, gozando disforzadamente del reflejo de su martirio. Él aparece balbuceante en la cocina. Trata de hablar. Se muerde la lengua, enloquecida por la abundante dosis de cocaína que necesitó para salir. Claudia lo deja hablar, concentrada en unas burbujas del vaso que se deslizan lentamente, se tocan, y a veces se hacen una, acelerando luego su camino al cielo.
Nicolle se ha herido la rodilla sobre la escalera ante la premura de Miguel por levantarle la ceñida y larga falda, la que su madre le ayudo a escoger para esta ocasión. El desliza sus manos entre las nalgas de ella, alegre por no haberle hallado trusa qué arranchar. Pulsa su clítoris inflamado y jugoso, delicadamente, casi con devoción. A Nicolle la rodilla le arde menos, y lo olvida del todo al sentir el sexo de Miguel entrando por su vagina. Sujeta de un escalón con ambas manos, se zarandea oblicuamente, intentando mantenerse en posición y no desprenderse de Miguel en su contra compás. Él palmotea sus nalgas y aceleran la marcha. A ella el placer le da vueltas por el cuerpo, la recorre de labios a labios. Teme que la oigan en otros pisos, pero no trata de contenerse. Grita. Miguel siente su música; apretándole los pezones la sostiene a su gusto, complacido entre espasmódicos y cada vez menos adolescentes orgasmos que se suceden sin esfuerzo. Le habla al oído, sabiendo que ella lo oye y no lo oye, cada vez más sumida. La deja descansar, vuelve sobre ella sin prisa, para luego ir más de prisa. Qué me haces, oh me tienes loca Migueel, ooh dice Nicolle, y vuelve a desfallecer. Hunde la cabeza en las escaleras, y él se detiene. Continúa un poco, esperando que ella se arrepienta de su agotamiento, que aunque intenso también sabe ser efímero.

Se separa de ella, sin eyacular. Nicolle va abriendo de nuevo los ojos. Recobra el aliento alzando la cabeza. Lo busca. De pronto extraña la cara de excitación de Miguel, que desearía haber visto también hoy como casi siempre; aunque le ha gustado mucho como le dio ahora… Él la espera al pie de la escalera. Nicolle termina de acomodarse. Quiere besarlo, abrazarlo... él entra al hall por la puerta que ha permanecido abierta. "Ven, Nicol", dice al desaparecer. Ella se sienta en las gradas, resintiendo la herida en la rodilla, nota que es sólo un ardoroso rasguño, preguntándose por qué amará tanto a Miguel. Al caminar por el hall ve a sus vecinos salir del ascensor, se saludan, "¿Fiesta?". A Miguel no le hubiera molestado que ellos aparecieran cuando él la tenía semidesnuda ahí, lo sabe. Ve la puerta abierta de par en par. Entra y la cierra. Ha aprendido cómo es él, y aunque le jode amarlo, así lo hace.
Claudia, Leo y Miguel conversan en la cocina. "Leo, tú estás locazo -dice Miguel- qué te vas a ir si recién son las dos". "A mí se me está volviendo eterna esta cancioncita" -acota Claudia. "Vamos a bailar, oye –le dice Nicolle, quitándole su vaso y bebiendo él- vamos a poner esa de Pulp Fiction, esa pueees". Angie fumaba un cigarrillo mirando los autos de la calle; de vez en cuando, enfocando su propio rostro, su reflejo oscurecido. ¿Donde habían estado? Ella había hecho el amor, o tenido sexo (las opiniones estaban divididas) con Erick, pero él ya dormía sobre la cálida alfombra. Supo que todos habían estado haciéndolo; Leo y Claudia en la cocina, Quizás los cuatro en la cocina. Sintió celos. "¿a donde fueron?" “vamos a bailar, ven", decía Nicolle, "esta noche recién comienza, ¿no es cierto Erik?". Él se levantó y a duras penas llegó al sofá. Nicolle ha puesto su música. Baila medio fastidiada, porque Miguel está conversando con Claudia, sentado junto a la mesita de centro. Él esparce líneas de coca sobre el vidrio con una tarjeta y luego las borran aspirando por una cañita. Leo no quiere más; dice, bebiendo ansiosamente. Nicolle lo queda mirando, pero su mirada se pierde en el vacío.
Claudia enciende de nuevo la pipa. Angie se sienta a su lado. La abraza. "feliz cumpleaños cojuda" "Mmm… Te estuviste aburriendo, ¿no? tu Erick se ha quedado jato jato". "ahh". "la verdad despierto también aburre: todos los tipos aburren". Miguel protestó, por lo que le dieron la pipa; “tú no tanto, ¿ya?” dijo Claudia sonriente. Nicolle no aguantó más. Dejó el baile y fue con ellos. "Miguel, hazme unas líneas", dijo. "Nicolle, ¿Stas segura?" replico Angie. Nicol miró recelosamente a Claudia, sintiéndolas cómplices.
Luego de esparcir nuevas líneas, Miguel le cedió la cañita. "Que no quede nada", le dijo Claudia. Nicolle recogió su cabello rubio tras una oreja para poder mirarla al hacerlo. La segunda fue más hiriente y rápida. Angie le sonreía y tuvo nuevas ganas de bailar. Volvió a poner aquella canción.
Sus brazos se movían como rodeados de mariposas, flexionaba las rodillas y giraba las caderas con precisión y soltura. Miguel se levantó, siguiéndola. Luego también se levantan Claudia y Angie, contagiadas. Las canciones pasan veloces entre líneas. Concluye el disco y vuelve a comenzar. Miguel busca "girl, you will be a woman, soon ". Baila con Nicolle. Ve a Claudia de espaldas, conversando con Angie. Se acerca. La toma de los codos, imprimiéndole el ritmo que lleva. Giran juntos hacia Nicol, ahora los tres se mueven por la alfombra pista de baile.
Nicol comienza a sentir ganas de llorar, pero sonríe. Miguel adivinándola... (el final lo buscan luego; paciencia ke ya viene, ok?)

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