sábado, 3 de enero de 2009

la sugestión de lo concreto...

Tratando de olvidar a La Bersuit

...Tu silencio y el pantalón se me enredan. La música repite mis palabras tu mirada la voz que vuelve y yo voy a caer. Me falta la adrenalina que te sobra, ya lo sé; todos confundidos. Pero igual, repito, tú me estas mirando y yo voy a caer.
Siluetas confusas deambulaban por la pared, o desaparecían en la inmensidad de la ventana y su noche abierta. Tres velas ardían sobre las tablas del suelo, intoxicadas de tantas trágicas intenciones de alegría, otras en lámparas de papel iluminaban las escaleras por donde subía y bajaba la barahúnda. Rosa no bailaba; tenía miedo de tropezar, víctima también de historias y esperanzas. Su hermana no lo sabía, pero ella la envidiaba: la veía bailando, distraída, descalza.
Miguel tocaba al piano una canción de desamor, y alguien insistía en sonreír.
...bailo y fumas, no sé. Brinco y caigo por la ventana y bailas y bailo… tú me estás mirando subir como el humo.
Rosa descubre una pequeña apertura en el piso, tras un pedazo de madera suelta del entablado que alguien golpeó al bailar. Se acerca esperando un Aleph, un beso, Sofía; queriendo no ser notada, o llamar la atención. Algo se mueve y no es diferente. La abertura sólo está un poco más allá. Abre las manos y gatea. Una nueva melodía la distrae… esa duda que le impide saber si debe o no recordar lo que deseaba tener y ha olvidado, aparece. Las personas se mueven. Extraña una canción de la Bersuit que no es la que Miguel repite siempre. Regresa a su rincón a seguir interpretando aquellas siluetas danzantes. Ella sentía la fragilidad de lo que flotaba, cada alegría obtusa de tantas historias parecidas, de un bar de gente alegre y tensa, necesitando algo mejor. Sofía temblaba con todo su guayaquilezco aspecto suizo, acostumbrada a otras manos, esperando algo desde la blancura de sus piernas desnudas entre la voz que se arrastraba sintetizada bajo el leve impulso de su ritmo. Otra noche que alguien sueña o recuerda a gritos entre la montaña ecuatorial y el mar. Sofía sólo esperaba despertar aún bailando, no importaba donde, pero aún con sus brazos.
También las personas flotando, consumiendo el oxígeno cargado de inciensos, humos, humores; siente Miguel. Arrastra muchas noches pensando dejar de tocar; dejar de hacer el bien del mal con aquellas palabras de su incoherente fantasía, cantando historias que intuye probables, pero que necesita sintetizar, distorsionar.
Ve a las dos hermanas, bellas y desquiciadas. Cambia de tema y continúa.
En medio del suelo Rosa se había detenido, invadida por una cálida ansia (de volver atrás a aquel punto de la nostalgia de lo irrecuperable.)
-Échale la culpa a las novelas eh, huevas; dos son mis pieces, eh^¨. No tiene caso cuantas veces se repitan las noches, siempre olvido tu predilección por los amores de tinta; tan desconfiado como todos los como tú, los instruidos en angustias, oye… -dice Sofía a miguel y sigue bailando con su sombra gemela.
...Hoy es Domingo, maldita, y debes estar haciendo el amor con otro, amor...
Las siluetas confusas dibujaron salidas para Miguel también: algo se mueve y no es diferente. No siente ganas de vomitar, ni de seguir no atendiendo su propia música... Domingo. .figuras ondulantes en el brillo de los que bailan sobre las flamas. Desde la barra alguien urde una historia del pasado para todos. Rosa sueña y estalla en el interior del agujero, vuela y cambia de apariencia con sólo tornar la mirada, y no es su hermana la que baila sobre los tablones de madera, cayendo, el piercing piramidal que cuelga de su labio inferior brillando en la locura de esa letra que se rompe sobre sus lados sensibles, donde miguel canta y tantas cosas; y sólo quiere naufragar. Alrededor de ellos se extiende un pueblo de caras que se buscan en la oscuridad de ciertas otras canciones, o tras el origen de la luz, del fuego de la leña, de cinco mujeres que sueñan que son felices, mientras otras corren, los demás confundidos o contentos; la luna de pronto hace daño porque alguien lo cuenta y los cuentos se vuelven el revés del alma por el arte hacia la indiferencia por lo real, pero ansiando a pesar del tiempo una mano que lleve a Rosa a su agujero abierto, que coloque calma en Miguel o detenga el tiempo, la historia y los Domingos de Sofía. Ella baila entre todos simplemente para olvidar lo sola que, presiente, quedará, con la piel sudorosa y expectante, descubierta; pensando en lo iluso de su libertad ojos cerrados. Quedan cinco personas soñando que son felices y Rosa es una...Miguel encontró una melodía, algo tibio, blando, mientras quien fabula intenta poder bailar.
...Todos los cuerpos se golpeaban anónimos.
Caminó confundido, caí.
-¿Y Miguel? ¿se fue?, no pues qué extraño es ese man... – se dicen el bajista y el batero estirando el cuello para verle donde antes estaba.
Sofía besó a su hermana, quien hablaba dormida, sonriendo; pero comenzaba a despertar.
...Sofía
...linda Sofía
...Sofía
La sala quedó en silencio en espera de la siguiente canción; alguna otra canción, mientras aquel sonido gutural se escondía, se nos escapaba tras el piano desde Miguel, quien vomitaba queriendo irse junto con su ánimo, pero tantos oyen pianos como gotas, sonríen soñando o contienen llantos, que los besos que se den los amantes nunca nos bastarán.

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